viernes, 7 de abril de 2006

Programa 06 - 04 - 2006


Agradeciendo a quienes se detuvieron a esucharnos. Y a quienes no también.
Aquí quedan los textos leídos y el espacio por si alguien desea hacer algún comentario o sugerencia.

Instrucciones para elegir, “en un picado” de fútbol ( Alejandro Dolina "Crónicas del Ángel Gris")

Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo, se reúnen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quiénes integrarán los dos bandos.
Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternadamente a cada uno de sus compañeros.
Se supone que los más diestros serán elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos.
Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances. El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida: sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el grupo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advierten su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada.
Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector, observó que sus decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían... ciertas cualidades.
Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía siempre a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran los más capaces.
El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico: uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables.



Fútbol y Cultura (Jorge Valdano "El miedo escénico y otras hierbas")

A quién sepa mirar profundo, quizá el fútbol le descubra verdades ocultas en la maraña social que sólo las grandes intuiciones populares pueden desvelar. Sin embargo, es de buen gusto intelectual presumir de ignorancia en materia futbolística. Como si el balón fuera a destrozar los delicados jarrones de la cultura.

El fútbol creció salvando prohibiciones y en cada impulso ganaba o perdía reputación al son del momento que le tocaba vivir. A mitad del siglo XIX entró en la universidad, de donde salió pulido reglamentariamente, pero acusado de estilista. En 1863 se funda la Football Asociation y el juego comienza a seducir en suburbios obreros. De la experiencia democratizadora salió con el estigma inverso: era chabacano. En plena industrialización, el fútbol sirvió al empresariado para desafilar energías proletarias, y si bien esa influencia fortaleció su organización competitiva, le adhirió una nueva penuria: era el opio del pueblo.

Coetáneo al cine. Teatro para todos. Miles de seres sin nombre miran esa batalla representada por héroes banales. Emoción, belleza, comercio, violencia. Se dice que jugar es recrear un mundo al margen del real.

El fútbol: trivial, sospechoso y de indiscutible peso social, fue siempre utilizado y manoseado. La respuesta de los intelectuales a esta fuerza popular es parcelable. En buen número creen que mancha. Por prejuicios culturales ( juego para analfabetos ), políticos ( trampa capitalista ), sexuales ( un mundo de hombres ); o por el comprensible espanto que les produce hacer soluble lo individual a la gran masa. Lo cierto es que entre este tipo de sabios y el fútbol hay una relación frustrada en el origen; un divorcio prematrimonial con dos efectos: unos lo ignoran y otros lo desprecian. Simpática hostilidad era la de Jorge Luis Borges, quién el día del debut de la selección Argentina en el Mundial ´78 dictó una conferencia en Buenos Aires a la misma hora del partido. Trataba sobre la inmortalidad.

De cuando en el mundo había dos polos ideológicos, podemos extraer otras diferencias. La izquierda se entretuvo en un análisis crítico – ideológico, político – económico y socio – psicológico del fenómeno. La derecha, siempre tan eficaz, fue más concreta: usó el fútbol en beneficio de sus intereses de dominación.

El fútbol es cultura porque responde siempre a una determinada forma de ser. Los jugadores actúan como el público exige, de forma que el fútbol se termina pareciendo al sitio donde crece. Los alemanes juegan con disciplina y eficacia; cualquier equipo brasileño tiene la creatividad y el ritmo de su tierra; cuando apostaron por otro orden, fracasaron, porque si bien los jugadores aceptan la imposición no la sienten. Argentina tiene un exceso de exhibicionismo individual y una carencia de respuesta colectiva así en la cancha con en la vida. Si esas fronteras se van haciendo difusas es porque el fútbol además de parecerse al lugar donde se juega, no escapa a su tiempo, y ésta es época de uniformidad.
Puede ocurrir que, en medio del análisis social, al sensato pensador le entren unas ganas considerables de insultar al árbitro; será una buena la ocasión para empezar a conocerse a sí mismo. Si es que se anima a mirar hacia adentro.








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