lunes, 16 de abril de 2007

Programa Jueves 12 - 03 - 2007

Lo que debo al fútbol

Sí, lo jugué varios años en la Universidad de Argel. Me parece que fue ayer. Pero cuando, en 1940, volví a calzarme los zapatos, me di cuenta de que no había sido ayer. Antes de terminar el primer tiempo, tenía la lengua como uno de esos perros con los que la gente se cruza a las dos de la tarde en Tizi - Ouzou. Fue, entonces, hace bastante tiempo, en 1928 para adelante, supongo. Hice mi debut con el club deportivo Montpensier. Sólo Dios sabe por qué, dado que yo vivía en Belcourt y el equipo de Belcourt- Mustapha era el Gallia.


Pero tenía un amigo, un tipo velludo, que nadaba en el puerto conmigo y jugaba waterpolo para Montpensier. Así es como a veces la vida de una persona queda determinada. Montpensier jugaba a menudo en los jardines de Manoeuvre, aparentemente por ninguna razón especial. El césped tenía en su haber más porrazos que la canilla de un centro forward visitante del estadio de Alenda, Orán. Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha.

Al cabo de un año de porrazos y Montpensier en el “Lycée” me hicieron sentir avergonzado de mí mismo: un “universitario” debe jugar con la Universidad de Argel, RUA. En ese periodo, el tipo velludo ya había salido de mi vida. No nos habíamos peleado, sólo que ahora él prefería irse a nadar a Padovani donde el agua no era tan “pura”. Ni tampoco, para ser sinceros, eran “puros” sus motivos. Personalmente, encontré que su motivo era “adorable”, aunque ella bailaba muy mal, lo que me parecía insoportable en una mujer. ¿Es el hombre, o no es, quien debe pisarle los dedos de los pies? El tipo velludo y yo prometimos volver a vernos. Pero los años fueron pasando. Mucho después comencé a frecuentar el restaurante de Padovani (por motivos “puros”) pero el tipo velludo se había casado con su paralítica, quien seguramente le prohibía bañarse, como suele ocurrir.

¿Pero qué es lo que estaba diciendo? Ah sí, el RUA. Estaba encantado, lo importante para mí era jugar. Me devoraba la impaciencia del domingo al jueves, día de práctica, y del jueves al domingo, día del partido. Así fue como me uní a los universitarios. Y allí estaba yo, golero del equipo juvenil. Sí, todo parecía muy fácil. Pero no sabía que se acababa de establecer un vínculo de años, que abarcaría cada estadio de la provincia, y que nunca tendría fin.


No sabía entonces que veinte años después, en las calles de París e incluso en Buenos Aires (sí, me ha sucedido) la palabra RUA mencionada por un amigo con el que tropecé, me haría saltar el corazón tan tontamente como fuera posible. Y ya que estoy confesando mis secretes, debo admitir que en París por ejemplo, voy a ver los partidos del Racing Club, al que convertí en mi favorito sólo porque usan las mismas camisas que el RUA, azul con rayas blancas. También debo decir que Racing tiene algunas de las mismas excentricidades que el RUA. Juega “científicamente”, pierde partidos que debería ganar. Parece que esto ahora ha cambiado (eso es lo que me escriben de Argel), cambiado –pero no mucho–. Después de todo, era por eso que quería tanto a mi equipo, no solo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches luego de cada derrota.

Como zaguero esta el "Grandote" –quiero decir Raymond Couard. Le dábamos bastante trabajo, si mal no recuerdo. Jugábamos duro. Los estudiantes, los nenes de papá, no escatiman nada. Pobres de nosotros –en todo sentido– ¡muchos nos burlábamos de la dureza de nuestros propios pies! No teníamos más remedio que admitirlo. Y teníamos que jugar “deportivamente”, porque ésa era la dorada regla del RUA, y “firmes”, porque, cuando todo está dicho y hecho, un hombre es un hombre. ¡Difícil compromiso! Eso no puede haber cambiado, estoy seguro.

El equipo más difícil era el Olympic Hussein Dey. El estadio quedaba detrás del cementerio. Ellos nos hicieron notar, sin piedad, que podíamos tener acceso directo. En cuanto a mí, ¡pobre golero!, vinieron por mi cadáver. Sin Roger ¡lo que hubiera sufrido! Estaba Boufarik, ese centro forward grande y gordo (entre nosotros lo llamábamos "Sandia") se excusaba con un: "Lo siento nenito" y una sonrisa franciscana.


No voy a seguir. Ya me excedí de mis límites. Y entonces, me pongo reblandecido. Hasta en "Sandía" veo bondad. Además, seamos sinceros, bien que esto era lo que habían enseñado. Y a esta altura, no quiero seguir bromeando. Porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol, lo que aprendí con el RUA, no puede morir. Preservémoslo. Preservemos esta gran y digna imagen de nuestra juventud. También estará vigilándolos a ustedes


ALBERT CAMUS. Revista La Maga. Extra. Literatura de la Pelota
Octubre 1996



La guerra del fútbol

En este segundo texto les dejamos a modo de introducción un texto de Galeano:

14 de julio de 1969...

San Salvador y Tegucigalpa...

Dos turbulentos partidos de fútbol disputan Honduras y El Salvador. Las ambulancias se llevan muertos y heridos de las tribunas, mientras los hinchas continúan en la calle las grescas del estadio.

En seguida rompen relaciones los dos países. En Tegucigalpa, los parabrisas de los autos lucen calcomanías que aconsejan: Hondureño: toma un leño, mata un salvadoreño. En San Salvador, los diarios exhortan al ejército a invadir Honduras para propinar una lección a esos bárbaros. Honduras expulsa a los campesinos salvadoreños, aunque muchos de ellos ni siquiera saben que son extranjeros y jamás han visto un documento de identidad. El gobierno de Honduras llama Reforma Agraria al desalojo de los salvadoreños, obligados a emigrar con lo puesto, y al incendio de sus ranchos. El gobierno de El Salvador considera espías a todos los hondureños que viven allí.

La guerra no demora en estallar. El ejército de El Salvador penetra en Honduras y avanza ametrallando las aldeas fronterizas.

San Salvador y Tegucigalpa.

La llamada «guerra del fútbol» tiene por enemigos a dos pedazos de América Central, jirones de la que fue, hace un siglo y medio, patria única.

Honduras, pequeño país agrario, está dominado por los latifundistas.

El Salvador, pequeño país agrario, está dominado por los latifundistas.

El pueblo campesino de Honduras no tiene tierra ni trabajo.

El pueblo campesino de El Salvador no tiene tierra ni trabajo.

En Honduras hay una dictadura militar nacida de un golpe de Estado.

En El Salvador hay una dictadura militar nacida de un golpe de Estado.

El general que gobierna Honduras ha sido formado en la Escuela de las Américas, en Panamá.

El general que gobierna El Salvador ha sido formado en la Escuela de las Américas, en Panamá.

De los Estados Unidos provienen las armas y los asesores del dictador de Honduras.

De los Estados Unidos provienen las armas y los asesores del dictador de El Salvador.

El dictador de Honduras acusa al dictador de El Salvador de ser un comunista a sueldo de Fidel Castro.

El dictador de El Salvador acusa al dictador de Honduras de ser un comunista a sueldo de Fidel Castro.

La guerra dura una semana. Mientras dura la guerra, el pueblo de Honduras cree que su enemigo es el pueblo de El Salvador y el pueblo de El Salvador cree que su enemigo es el pueblo de Honduras. Ambos pueblos dejan cuatro mil muertos en los campos de batalla.


Fragmento de "Memoria del Fuego" - E. Galeano.

La guerra del futbol

La guerra del Fútbol tuvo poco que ver con fútbol. Fue popularmente bautizada así debido a que durante un partido de las eliminatorias al Mundial de Fútbol de México 1970 entre Honduras y El Salvador se evidenciaron las tensiones políticas entre estos dos países que finalmente los llevarían a un conflicto armado. Fue una guerra breve (sólo de 6 días) entre El Salvador y Honduras en 1969. La situación social en ambos países era explosiva y se buscaba por parte de los militares gobernantes una salida conveniente para los grupos en el poder político de cada país.


Latifundistas controlaban la mayor parte de la tierra cultivable en El Salvador. Esto resultó en la emigración constante de campesinos pobres a regiones de Honduras cercanas a la frontera con El Salvador. En 1969, Honduras decidió redistribuir la tierra a campesinos hondureños, para lo cual expulsaron a los campesinos salvadoreños que habían vivido ahí por generaciones. Esto generó una persecución de salvadoreños en Honduras y un "regreso" masivo de campesinos a El Salvador. Este alza en las tensiones fue aprovechada por los gobiernos de ambos países para orientar la atención de sus poblaciones hacia afuera, en vez de los conflictos políticos internos de cada país. Los medios de comunicación de ambos países jugaron un rol importante, alentando el odio entre hondureños y salvadoreños. Los conservadores en el poder en El Salvador, temían que más campesinos implicarían más presiones a redistribuir la tierra en El Salvador, razón por la cual decidieron intervenir militarmente en Honduras.

El 14 de julio de 1969, el ejército salvadoreño lanzó un ataque contra Honduras y obtuvo posiciones cercanas a la capital hondureña Tegucigalpa. La Organización de Estados Americanos negoció un alto el fuego que entró en efecto el 20 de julio; las tropas salvadoreñas se retiraron a principios de agosto.



Al final de la guerra, los ejércitos de ambos países encontraron un pretexto para rearmarse y el Mercado Común Centroamericano quedó en ruinas. Bajo las reglas de dicho mercado, la economía salvadoreña (que era la más industrializada en Centroamérica), estaba ganando mucho terreno en relación a la economía hondureña.
Las dos naciones firmaron un tratado de paz el 30 de octubre de 1980 por el cual la disputa fronteriza se resolvería en la Corte Internacional de Justicia.



Resultados de los encuentros

el 6 de junio de 1969 - El Salvador-Honduras 0-1 (0-0 en el descanso)
el 15 de junio de 1969 - El Salvador-Honduras 3-0 (3-0)
Un desempate hacen juego el 27 de junio de 1969 - El Salvador-Honduras 3-2 (1-2 en el descanso, 2-2 en de jornada completa), jugado en México.

Consecuencias de la guerra

La muerte de aproximadamente 35.000 personas.

La finalización de esfuerzo de integración regional conocido como Mercado Común Centroamericano (MCE), diseñado por EEUU como una contraparte económica regional a los efectos de la Revolución Socialista en Cuba.
El refuerzo del papel político de los militares en ambos países. En El Salvador, en las elecciones legislativas que siguieron, la mayoría de candidatos del Partido de Conciliación Nacional (PCN) de El Salvador, en esa fecha ejerciendo el gobierno, fueron extraídos de las filas militares, haciendo una enorme apología de su papel en el conflicto y por consiguiente resultando victoriosos en las elecciones de diputados y alcaldes de la época.
El agravamiento de la situación social en El Salvador, producto de las deportaciones desde Honduras, ya que el gobierno tuvo que facilitar a estas personas la reinserción económica que no se logró satisfacer adecuadamente. Aumenta la presión social que marca el antecedente de la guerra civil que vivirá el país centroamericano.


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