lunes, 1 de junio de 2009

Messi.





La belleza misma

Ver a Messi significa observar algo que va más allá del fútbol y coincide con la belleza misma. Algo como un ímpetu, casi un es­tremecimiento de conciencia, una epifanía que permite al individuo que está allí, viéndolo gambetear y jugar con la pelota, dejar de per­cibir una separación entre él y el espectáculo que está presencian­do, confundirse plenamente con lo que ve, al punto de sentirse uno con ese movimiento desigual pe­ro armónico. En esto, las jugadas de Messi son comparables a las sonatas de Arturo Benedetti Mi­chelangeli, a los rostros de Rafael, a la trompeta de Chet Baker, a las fórmulas matemáticas de la teoría de los juegos de John Nash, a todo lo que deja de ser sonido, materia, color, y se convierte en algo que pertenece a todos los elementos, a la vida misma. Ya sin separación, sin distancia. Están ahí, y no se puede vivir sin ellos. Y nunca se ha vivido sin ellos, sólo que cuan­do se descubren por primera vez, cuando por primera vez se los ob­serva al punto de quedar hipnoti­zados, la conmoción es inevitable y uno no puede más que intuirse a sí mismo. Mirarse en lo más pro­fundo.

Escuchar a los cronistas depor­tivos que comentan sus avances bastaría para definir su épica de virtuoso. Durante un encuentro Barcelona-Real Madrid, el cronis­ta, viéndolo asediado por los inten­tos de hacer cobrar una falta dejó de describir la escena y comenzó con un satisfecho: "No se cae, no se cae, no se cae". Durante otro en­frentamiento de los archirrivales históricos, la ola estática "Messi, Messi, Messi, Messi" recibe una "a" adicional que le quedará siem­pre: Messia. Es el otro sobrenom­bre que La Pulga se ganó con la gracia burlona de sus jugadas, con el estupor casi místico que suscita su juego. "El hombre se hizo Dios e invitó a su profeta", así dicen los carteles de un servicio televisivo dedicado a El Mesías y a quien co­mo encarnación divina del fútbol lo precedió: Diego Armando Ma­radona.

Parece imposible, pero cuando Messi juega tiene en mente las jugadas de Maradona, igual que un ajedrecista en un determinado momento de la partida a menudo se inspira en la estrategia de un maestro que se encontró en una situación análoga. La obra maestra que Diego Armando había realiza­do el 22 de junio de 1986 en Méxi­co –el gol votado como el mejor del siglo XX–, Lionel consigue repe­tirla prácticamente idéntica y casi exactamente veinte años después, el 18 de abril de 2007 en Barcelo­na. Justamente, Leo sale a unos sesenta metros del arco, también él elimina en una jugada única a dos centrocampistas, después ace­lera hacia el área de penal, donde uno de los adversarios que había superado trata de derribarlo, pero no lo consigue. Se amontonan al­rededor de Messi tres defensores, y en vez de apuntar al arco, él sale hacia la derecha, saca al arquero y a otro jugador... Y es gol. Después de marcar, se genera una escena increíble en la que los jugadores del Barcelona petrificados, con las manos en la cabeza, miran para to­dos lados como si no creyeran que fuera posible presenciar todavía un gol como ése. Todos pensaban que solamente un hombre era ca­paz de tanto. Pero no fue así.

Roberto Saviano






1 comentario:

Juan Etchegoyen dijo...

che, con todo respeto....¿Quien es Messi? es Maradona? por favor, que gano?, con Iniesta al lado jugamos todos el tema esta en que pase a Caceres, a Ivan Cordoba, dioss....como inflan......muy bueno el blog abrazo a la banda!