lunes, 3 de agosto de 2009

Brujita.






9 de marzo de 1975, La Plata, Argentina. Cosas del destino: la poca bola que debe haber recibido en su llegada al mundo Juan Sebastián Verón, contrasta notablemente con la dificultad que tiene hoy para recorrer 10 metros de las hermosas diagonales de La Plata, sin que le pidan una foto.

Mientras nacía La Brujita, su padre, La mítica Bruja Juan Ramón, jugaba el clásico de la Ciudad y marcaba el gol que le daba el empate a su querido Estudiantes de La Plata, dirigido en aquellos años por Carlos Salvador Bilardo.

Así nació Juan Sebastián, marcado por los bastones rojos y blancos de un Estudiantes capo de la Ciudad. El destino lo persiguió, lo siguió marcando. El hijo de la leyenda se crió entre anécdotas en blanco y negro que rememoraban mil batallas y tres Libertadores traídas a La Plata en forma consecutiva. Relatos que hablaban de un pirata inglés de rodillas, en su propia casa, ante el león argentino.

Así creció La Brujita, corriendo por el verde country de City Bell, hoy modelo de ciudad deportiva de América. Sus tíos adoptivos, todos ellos campeones de las dos épocas doradas del Pincha, le endulzaron los oídos y le transmitieron una mística que nunca más se sacaría de encima. Claro, por aquellos años nadie suponía siquiera que La Brujita podía llegar a ser considerado, en algún momento, uno de los mejores jugadores del mundo.

El pibito que era promesa de las inferiores Pincharratas, un día tuvo la mala leche de debutar, justo cuando Estudiantes descendía allá por 1994, después de muchos años. Pero como primera muestra de carácter y de fortaleza ante la adversidad, Verón se hizo hombre cuando un año después, siendo figura de ese recordado equipo del Nacional 94/95, devolvió a su amado club al lugar del que nunca debería haberse ido.

Y a partir de ahí no paró más: Boca, Sampdoria, Parma, Lazio, Manchester, Chelsea e Inter. Cuatro Copas Italia, una Copa UEFA, tres Scudettos, una Supercopa Italiana. Jugó dos mundiales y uno de ellos lo marcó, porque La Bruja no es indiferente ante ningún suceso. Juega a torta o caca. El gen argentino indica que ante una frustración, hay que encontrar un responsable que lleve consigo la cruz de la derrota. El y Bielsa fueron los apuntados por una prensa canalla y una sociedad ciega. Hace tres años que volvió a Argentina, y todavía le cantan que el que no salta es un inglés.

Con la salida de Bielsa y la llegada de Pekerman a la selección, Verón se quedó sin chances. El mundial de 2006 lo vió desde La Plata, y su carrera daba un vuelco impensado. Pero como si manejara su propio destino, y cada vez toma más fuerza esta teoría, La Bruja se cagó de risa en la cara de quienes lo dejaron fuera del mundial, arrebatándole un campeonato increíble a Boca y devolviéndole la gloria a Estudiantes, después de 28 años. Sí, cuatro meses después de que Argentina se volviera de Alemania con las manos vacías.

Se reinventó Verón. Dejó el glamoroso y cómodo fútbol europeo para volver a sentir el amor de su gente y el rigor de los ajenos. De eso se trata, así mueven sus fichas los que trascienden, arriesgando para ganar. A la distancia, aportó durante años guita y todo tipo de elementos para el crecimiento del predio que hoy envidian River y Boca. Pero mandar aparatos de gimnasio desde Milán no le alcanzaba, necesitaba volver por la gloria, mostrar que estaba vivo y que venía por más. Mucho más.

Su regreso vino a consolidar un proyecto que Estudiantes venía trabajando hace tiempo. Vino a darle el último empuje, para poner al Pincha entre los grandes, peleando siempre arriba. Y así salió campeón, llegó a la final de la Copa Sudamericana primero, y ganó la Copa Libertadores después.

“Cambio todos mis títulos por una Libertadores”, declaró cuando emprendía su segunda etapa con la roja y blanca. Claro, porque la Libertadores es algo especial para Estudiantes. Es esa mujer hermosa con la que coquetean algunos, pero finalmente se la lleva uno solo, y el Pincha tuvo un romance de tres largos años con ella. Hacía mucho que la leyenda volaba como el viento por los pasillos de la sede y las tribunas de la cancha, hoy en proceso de reconstrucción. Sí, en reconstrucción, como la leyenda misma, que solo él, con la 11 en la espalda y un corazón de león, podía volver a hacer realidad.

Sólo La Bruja podía devolverle a Estudiantes la gloria que supo alcanzar hace cuatro décadas. Sólo él, el jugador más preponderante en la historia del club, como lo describió su técnico, Sabella, otro ídolo del Pincha.

La Bruja volvió a la selección, y hoy es debilidad de Maradona. Ya tiene dos regalos para la navidad 2009: quiere ganar el mundial de clubes con su Estudiantes y festejar la clasificación de la selección al mundial de Sudáfrica. Está claro, va por más.

Así vive Juan Sebastián Verón, marcado por una herencia que a algunos les pesa, pero a los grandes los convierte en gigantes.



Facundo Bianco











2 comentarios:

Anónimo dijo...

para alguien que poco sabe de futbol, la piel de gallina constante al leer la nota es signo de que es buenisima!

Anónimo dijo...

Me cuesta admitirlo, pero en una de esas tenías un poco de razón.... Verón no es pecho frio.

Slds-
Tocaya de Chaucha.