martes, 18 de mayo de 2010

Mundial 1978 .


El Mundial del 78

En Alemania moría el popular escarabajo de la Volkswagen,
el Inglaterra nacía el primer bebé de probeta, en
Italia se legalizaba el aborto. Sucumbían las primeras
víctimas del sida, una maldición que todavía no se llamaba
así. Las Brigadas Rojas asesinaban a Aldo Moro,
los Estados Unidos se comprometían a devolver a Panam
á el canal usurpado a principios de siglo. Fuentes bien
informadas de Miami anunciaban la inminente caída de
Fidel Castro, que iba a desplomarse en cuestión de horas.
En Nicaragua tambaleaba la dinastía de Somoza,
en Irán tambaleaba la dinastía del Sha, los militares de
Guatemala ametrallaban una multitud de campesinos
en el pueblo de Panzós. Domitila Barrios y otras cuatro
mujeres de las minas de estaño iniciaban una huelga de
hambre contra la dictadura militar de Bolivia, al rato
toda Bolivia estaba en huelga de hambre, la dictadura
caía. La dictadura militar argentina, en cambio, gozaba
de buena salud, y para probarlo organizaba el undécimo
Campeonato Mundial de Fútbol.
Participaron diez países europeos, cuatro americanos,
Irán y Túnez. EL Papa de Roma envió su bendición. Al
son de una marcha militar, el general Videla condecoró
a Havelange en la ceremonia de la inauguración, en el
estadio Monumental de Buenos Aires. A unos pasos de
allí, estaba en pleno funcionamiento el Auschwitz
argentino, el centro de tormento y exterminio de la Escuela
de Mecánica de la Armada. Y algunos kilómetros más
allá, los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo
de la mar.
«Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de la
Argentina», celebró el presidente de la FIFA ante las cá-
maras de la televisión. Henry Kissinger, invitado especial,
anunció:
—Este país tiene un gran futuro a todo nivel.
Y el capitán del equipo alemán, Berti Vogts, que dio la
patada inicial, declaró unos días después:
—Argentina es un país donde reina el orden. Yo no he
visto a ningún preso político.
Los dueños de casa vencieron algunos partidos, pero
perdieron ante Italia y empataron con Brasil. Para llegar
a la final contra Holanda, debían ahogar a Perú bajo
una lluvia de goles. Argentina obtuvo con creces el resultado
que necesitaba, pero la goleada, 6 a 0, llenó de
dudas a lo malpensados, y a los bienpensados también.
Los peruanos fueron apedreados al regresar a Lima.
La final entre Argentina y Holanda se definió por alargue.
Ganaron los argentinos 3 a 1, y en cierta medida la
victoria fue posible gracias al patriotismo del palo que
salvó al arco argentino en el último minuto del tiempo
reglamentario. Ese palo, que detuvo un pelotazo de Rensenbrink,
nunca fue objeto de honores militares, por esas
cosas de la ingratitud humana. De todos modos, más
decisivos que el palo resultaron los goles de Mario Kempes,
un potro imparable que se lució galopando, con la
pelambre al viento, sobre el césped nevado de papelitos.
A la hora de recibir los trofeos, los jugadores holandeses
se negaron a saludar a los jefes de la dictadura argen-tina.
El tercer puesto fue para Brasil. El cuarto, para Italia.
Kempes fue el mejor jugador de la Copa y también el goleador,
con seis tantos. Detrás figuraron el peruano Cubillas
y el holandés Rensenbrink, con cinco goles cada uno.

Eduardo Galeano



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