Fue el 19 de noviembre de 1969. El club Santos jugaba contra el Vasco da Gama en el estadio Maracaná.
Pelé atravesó la cancha en ráfaga, esquivando a los rivales en el aire, sin tocar el suelo, y cuando ya se metía en el arco con pelota y todo, fue derribado.
El árbitro pitó penal. Pelé no quiso tirarlo. Cien mil personas lo obligaron, gritando su nombre.
Pelé había hecho muchos goles en el Maracaná. Goles prodigiosos, como aquel de 1961, contra el club Fluminense, cuando había gambeteado a siete jugadores y al arquero también. Pero este penal era diferente: la gente sintió que algo tenía de sagrado. Y por eso hizo silencio el pueblo más bullanguero del mundo. El clamor de la multitud calló de pronto, como obedeciendo una orden: nadie hablaba, nadie respiraba, nadie estaba allí. Súbitamente en las tribunas no hubo nadie, y en la cancha tampoco.
Pelé y el arquero, Andrada, encogido, al acecho, entre los palos.
El guardameta alcanzó a rozarla, pero Pelé clavó la pelota en la red. Era su gol número mil. Ningún otro jugador había hecho mil goles en la historia del fútbol profesional.
Entonces la multitud volvió a existir, y saltó como un niño loco de alegría, iluminando la noche.
Eduardo Galeano
2 comentarios:
Romario llegó a los 1000?
* Los 1000 de juguete.
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