
Las peleas con su madre no acabarán jamás, serán una constante a lo largo de su corta vida. No es difícil suponer que un modo de provocarla es abandonar la escuela y encontrar un trabajo, acontecimiento que ocurre al cumplir los trece años cuando patea el tablero y jura no volver al colegio. Todavía le falta aprobar el quinto grado.
Esto no es un obstáculo para comenzar a trabajar en el correo y que le den su traje de mensajero, hasta que las peleas con sus compañeros precipitan su despido. Los rumores cuentan que, en verdad, su alejamiento se produce cuando lo descubren abriendo telegramas y entregándolos de acuerdo a su importancia y que llega a desafiar a puños a su propio jefe (30 años mayor) cuando le hela en cara su falta.
“Estaba muy violento y empezó a practicar boxeo”, recuerda Norma (su hermana) refiriendose a cuando su hermano se anota en el club Santa Paula de Florida para aprender a pelear de manera profesional. Esa es la primera vez que se acerca a practicar algún deporte desde que abandona los partidos de fútbol en el Parque Saavedra por considerarlos aburridos y faltos de acción. En realidad, Miguel Angel Peralta no nace con habilidad para manejar la pelota, es muy torpe y se aburre.
Sus entrenadores de boxeo, que encuentran en él una mirada perversa, llena de odio, le aconsejan que se cambie a un club mejor ranqueado donde le permitan hacer una verdadera carrera profesional. Miguel escucha con atención sus consejos y gesta su traspaso al club Colegiales (de Munro) que tiene mejor fama. En esa época, entrenan ahí boxeadores de renombre como Juan Ferreiro, Pedrito Parada y el campeón sudamericano Roberto Arturo.
Miguel forja desde entonces su personalidad de negrito peleador y en ese escenario llamado ring descubre la misma descarga de adrenalina sentida años antes sobre las tablas de un baldío convertido en circo donde actuó. Es un camino fácil para alguien con sus recursos: subir, recibir aplausos y ligarse un par de golpes para hacerse famoso. Es un camino que se abre ante él y no piensa desaprovechar. Se inscribe en varios torneos oficiales y en febrero de 1962 viaja con la gente del club a Baradero, para cumplir con tres peleas del certamen nacional. Según el mismo contaría después, “gane las dos primeras peleas sin problemas, pero al legar a la tercera logré ver las estrellas y … sin telescopio”
Juanjo Carmona – “El paladín de la libertad”
Como ya dijo el señor Andrés Calamaro en una canción, “Tenía buena piña Miguel”.
Un simple homenaje dedicado a uno de los últimos próceres de nuestra música nacional.
Poeta, bailarín, generoso. Gracias paladín!

En este legendario campo nació NUEVA CHICAGO, que durante once años luchó, en todo sentido para meterse en el corazón de la gente de su barrio, y que hoy es su máxima gloria.
En esos tiempos lo que los caracterizó fue que pudo empezar a crecer, fueron los enormes sacrificios de todos los que estaban ligados a la institución que por sus medios solventaron recursos propios con gran colaboración de comerciantes, industriales y vecinos de la zona, que luego formaron su primera hinchada.
El dia 19 de Julio de 1911, un grupo de jóvenes se reunieron en las calles Telier y Francisco Bilbao en un puente de madera por debajo del cual pasaba el arroyo Cildañez, resolviendo y debatiendo construir un club que denominaron ¨Los Unidos de Nueva Chicago¨ debido a la tradicional Avenida Nueva Chicago.
El verdadero postulador renueva Chicago fue José Varela que debido a su gran labor como presidente de nuestra institución, a su gran carisma y a su honestidad se supo ganar la admiración y el respeto de todos.
Aparte de ser el encargado de la institución era jugador y capitán del primer equipo de Nueva Chicago. Esto lo llevo a ser la pieza fundamental para los comienzos del club.
Como ya dijimos, el punto de reunión era el de Teller y F. Bilbao, y conversando sobre los colores que iba a llevar el club dio la casualidad de pasar en ese momento una chata cargada de fardos de pasto destinado a los mataderos, pintada en sus costados de verde a rayas negras; asi fue que al verlo José Varela dijo "ahí tenemos nuestros colores".
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