
Aquel gol de Olmedo
No recuerdo con precisión mi anteúltimo sueño relacionado con el fútbol, ni siquiera sé si ocurrió hace pocas noches atrás o hace más de diez años. El sueño de anoche, en cambio, va a permanecer en mi memoria por un tiempo más prolongado. Claro que no tengo un recuerdo preciso de cómo se originó toda esa historia pero me vienen a la mente algunas imágenes, pequeñas secuencias que trato de ordenar en mi cabeza buscando algún sentido a ese bendito sueño. La situación era que estábamos con Joaco, mi hijo, mirando en la tele un programa donde pasan viejos partidos o recuerdan momentos importantes de la historia del fútbol. Y así estábamos cuando comienzan a pasar imágenes de la selección argentina en un partido muy trascendente, según mi sueño, claro está. Era un partido que temporalmente puede haber ocurrido en 1997 o 1998. O Eliminatorias o el Mundial… No importa eso, lo relevante de ese partido, lo fundamental, lo histórico fue que la jugada clave, el gol de Argentina lo convirtió Alberto Olmedo, el cómico, el Negro Olmedo. Es verdad, no es chiste. Así son los sueños: raros y sin sentido aparente, por eso hay gente que se gana la vida interpretando sueños. No sé cuál puede ser la interpretación de este sueño ni me quiero enterar.En el relato, el cronista destaca la presencia de Alberto Olmedo y el buen papel que cumplió para la selección. ¡Olmedo jugando con la camiseta de Argentina en el ’97 ó ’98 cuando en realidad falleció en marzo de 1988!Se puede soñar algo semejante pero lo que me cuesta entender es que en el sueño, en ese momento, cuando descubro sobre qué partido van a pasar las imágenes, comienzo yo a explicarle a mi hijo que Olmedo había llegado a la selección por el clamor popular luego de tener un torneo impresionante vistiendo la camiseta de Rosario Central. Y se lo cuento como si fuera una historia archiconocida por todo el público futbolero. Es como que yo mismo entro en la locura de mi propio sueño. ¡De no creer! Para colmo, pareciera que conozco la historia a la perfección y se la cuento a Joaco de una manera fluida, con lujo de detalles: Olmedo había decidido un año antes largar el fútbol y sólo por pedido de los hinchas de Central fue a tratar de dar una mano al equipo de sus amores. ¿De qué jugaba Olmedo en mi sueño? De diez, ¿de qué otra cosa puede jugar?. Tan bien le fue en Central que se ganó la celeste y blanca, y llegó como el salvador, como la última esperanza del fútbol nacional, para meter ese gol histórico que estábamos por ver. Un gol que nos permitió conquistar no sé qué cosa pero seguramente fue un hito en la historia de nuestro fútbol. Debo ser sincero y debo reconocer los méritos de mi sueño: cualquiera hubiera soñado un gol de Olmedo como el de Diego a los ingleses o hazaña semejante. Yo no, en mi sueño, el gol de Olmedo fue medio pedorro, metido con la rodilla, en una jugada ridícula y luego de unos cuantos rebotes. Un verdadero gol de orto. Y ese detalle le da un toque realista que te permite seguir soñando y continuar con la fantasía sin que puedas darte cuenta, justamente, que estás soñando. Porque si todo es inverosímil te terminás despertando, y yo, este sueño, no me lo quería perder por nada del mundo: Olmedo dándole una alegría más a los argentinos, la gente feliz y contenta, todos los jugadores abrazándose y yo más feliz que ninguno, permitiéndome disfrutar de Olmedo, el Grande, presenciando un momento único del fútbol argentino y compartiendo un rato maravilloso con mi hijo. ¡Qué más puedo pedir!
Pablo Pedroso ( http://cuentitosfutbol.blogspot.com/ )
La pobre representación de los medios sobre la violencia futbolística
El problema de la violencia en el fútbol excede la simplificación de los inadaptados, los delincuentes, los pibes que están de la cabeza y las barras bravas. Se trata de toda una cultura organizada que otorga sentido y legitimidad a las prácticas violentas. Esta violencia responde a contextos mucho más amplios que los planteados en los medios de comunicación en estos tiempos.
Contrariamente a lo que se piensa el fútbol argentino no es hoy un espacio popular implicando a todas las clases aunque con leve predominio de las medio-bajas. Hace 20 años, este panorama fue transformándose agudamente. La cultura futbolística argentina es hoy una cultura fundamentalmente televisiva, donde se privilegia el aumento de los capitales involucrados en el fútbol. En la etapa anterior, en la clásica, los ejes de identidad de un equipo estaban marcados por los espacios, sus colores, sus jugadores símbolos. Hoy por los cambios constantes en la esponsorización de las camisetas, que alteran sus diseños, por las ventas de jugadores. El establecimiento de lazos de identidad esta debilitado. Las hinchadas se perciben a sí mismas como el único custodio de la identidad; como el único actor que no produce ganancias económicas, pero que produce ganacias simbólicas y pasionales. Frente al aumento del beneficio monetario, las hinchadas sólo pueden proponer la defensa de su beneficio de pasiones, de su producción de sentimientos "puros". Cuando la identidad futbolística queda tan sola, cuando no hay otra opción para afirmarse como sujeto social, cuando se encuentran en crisis los grandes relatos de identidad (trabajo, familia, educación, nación), esta identidad futbolística queda como única posibilidad. Y cuando se encuentra en un deporte donde el adversario es un enemigo radical y en donde el relato deportivo se carga de un dramatismo inflamado, una maximización de la violencia (ya sea física, verbal o simbólica) es probable.
Los medios de comunicación, para hablar de los sujetos involucrados en los casos de violencia, se centran en categorizar a esos sujetos como inadaptados o sólo dan explicaciones centrándose en la excepción. Dentro del cuadro de la cultura futbolística, la violencia no es mala sino es legítima. Las barras la desarrollan en mayor exhibición pero también es violencia la legitimidad de los hinchas y de los "espectadores pacíficos" hacia estos. En todo caso, no queda claro de qué cosa son inadaptados. Los medios no sólo no entienden a las hinchadas ni instalan una mirada crítica en la temática, sino que caen en una crítica ardua a la cultura futbolística actual, sin tomar en cuenta que los propios medios potencian, dramatizan, justifican, alimentan y reproducen (hay excepciones) esta cultura. La violencia en el fútbol se conecta con una política corrupta que utiliza a las barras para beneficios propios (hoy nadie piensa que un alto dirigente del fútbol no haya negociado con los barras de su club), con una policía antidemocrática, autoritaria e inútil y también se conecta con una sociedad fragmentada y excluyente. En el fútbol, para la narrativa periodística, deben pasar cosas importantes: se debe discutir el futuro de la nación en un partido del Mundial 2006, se debe ganar o morir, o "es cuestión de vida o muerte". Esto es pura retórica, dirán los ahogados en el ambiente que aumenta el fanatismo y reduce el recinto mental. Pero esta retórica no hace más que legitimar y dar sentido a los barras que matan. Si vencer al otro es una cuestión de total gravedad, ¿qué importancia tiene en ponerse a pensar en la vida del prójimo?.
No se responsabiliza al periodismo deportivo de la violencia (los atributos anteriormente mencionados lo certifican) pero sí determinar que el relato medial debe hacerse cargo del contexto que instala o ayuda a potenciar. Un poco menos de dramatismo no nos haría nada mal.
http://www.dialogica.com.ar/archives/005548.php
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