miércoles, 18 de octubre de 2006

Cuentos e historias del dia

Un cuento muy emocionante del pibe que llego a ser barrabrava del Mallorca de España y un relato acerca de los orígenes del club Atlanta.



Mallorca

El polaco había tenido, según contaba, una infancia difícil, con padre alcohólico y madre mucama.
En la adolescencia, estudió unos años pero se pasaba todas las tardes en el club donde fumaba porro y perseguía chicas, y por las noches se iba a los jueguitos electrónicos.
Cuando su mamá se jubiló y murió su padre, le robó dinero a su abuela, se compró un boleto de avión y se fue a España.
Yo se muy bien que al Polaco le hubiera encantado ser el jefe de alguna barra brava como la de River o la de Boca, esas que son pesadas en serio y no un ignoto hincha de Ferro.
En España vivió primero en Madrid, después en Barcelona y al final ancló en una isla paradisíaca. Ahí, y gracias al fútbol, El Polaco encontró al amor de su vida.
Trabajó en un bar con vista al mar y atendía a los alemanes que invadían todo.
Vivió noches de marcha, éxtasis, trips (contó que uno que se llamaba Bagdad lo había trastornado haciéndole perder el contacto con el mundo real por dos dias) y mucha, pero mucha cocaína.
Con el tiempo se dio cuenta cuál era el filón para escapar de su trabajo y vivir muy bien sin hacer casi nada. El Polaco, un morocho de buena altura y con ojos verdes, se inscribió en un gimnasio y sacó un lomo tremendo. Y decidió seguir con su vida a costa de las alemanas. Como Gigoló.
Tuvo suerte: pescó a una veterana que lo llevó a pasear por Grecia, Italia y a conocer Turquía e Israel. Si hasta creo que se lo llevó un tiempito a Berlín.
Después, El Polaco se enganchó con la movida del fútbol, con el gran club de la isla, el Mallorca, en el que había un montón de jugadores argentinos. Esteban Siviero, el Chupa López, Iván Gabrich, el Caño Ibagaza, el Mono Burgos y Cúper como entrenador.
Ahí se desató. Encontró el lugar ideal para desarrollar lo que siempre había querido: ser jefe. La cuestión fue que se hizo barra brava.
Quería demostrar que podía decidir, que podía ser el centro de las miradas. ¡Allá en España! Porque en Buenos Aires siempre había sido un tontito más de la hinchada de Ferro, en la que nunca pudo escalar posiciones.
En Caballito, cada vez que la barra de Ferro hace un asado, se recuerda cuando la policía lo agarró arriba de un camión con acoplado del que se había robado un plástico duro verde para hacer una bandera o aquella historia del portero de su edificio que lo denunció en el consorcio por sacar una lona del mismo color que estaba en el ascensor y con la que pensaba hacer un escudo del club para colgar en el alambrado de la cancha.
En Mallorca todo era distinto: era jefe.
Es increíble, pero en una de las tribunas del estadio Son Moix, del Mallorca el Polaco conoció al amor de su vida.
Hace un rato lo fu a visitar.
Dice que está bien. Que cayó preso por querer robarle una bandera a los del Real Madrid, pero que no le importa.
Dice que encontró al amor de su vida en esta isla paradisíaca.
Me contó que cuatro veces por semana se siente jefe de algo, que decide, porque ahí, en la celda, un tal Abdul lo estruja contra la cama.


Marcos Gonzalez Cezer. "Pies Negros".




Atlanta - 12 de octubre de 1904

Transcurrían los primeros años del siglo XX, y en cada barrio de nuestra querida Buenos Aires se podían ver guapos, compadritos milongueros y "minas" vestidas de percal.
Muchas calles todavía eran alumbradas por primitivos farolitos a querosén. En estos lugares se inspiraron alguna vez las sentimentales letras de los mejores tangos, que luego recorrieron triunfalmente el mundo entero.
En los amplios baldíos existentes en aquella época, se reunían los pibes que soñaban ser algún día ídolos del fútbol argentino y aparecer en forma destacada en las páginas de los grandes diarios y revistas deportivas. Allí daban sus primeros puntapiés a una pelota, integrando algún equipo futbolístico e imitando el accionar de las entidades de nuestro medio, hasta con un nombre identificatorio y colores propios.
Esos muchachos, con sus bríos y ansias juveniles, se juntaban para disfrutar de un deporte que cada vez tenía más adeptos: el fútbol.
Con la intención de formar una institución para continuar practicando ese juego que los apasionaba, el 12 de octubre de 1904 algunos se reunieron en el domicilio particular del señor Elías Sanz, un comerciante del barrio de Constitución.
Todos los asistentes a la reunión inicial coincidieron en la opinión de que el flamante club debía tener como fecha de fundación una resonante jornada como lo era el Día de la Raza , en la cual se celebra el descubrimiento de América.
Debido a la escasa cantidad de sillas en el domicilio particular del señor Sanz, la reunión debió proseguir en una plaza cercana al lugar.
Desde su cuna fueron errantes, ya que hasta la fundación del club tuvo un escenario gitano: una plaza alumbrada por la luz mortecina de un farol. Y ni siquiera fue la plaza definitiva, porque sus fundadores debieron ir a la de Monserrat para dejar constituido el club. Como allí no había ningún banco desocupado, se corrieron hasta la de Concepción, en Independencia y Buen Orden (hoy Bernardo de lrigoyen), donde quedó concretada la aparición pública de Atlanta.

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