domingo, 13 de julio de 2008

F-N.


Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir


Es Domingo. Son las once de la mañana. Mi cabeza aún da tumbos de lo que fue una noche agitada, pero no me lo puedo perder.

Ya les fallé una vez en Roland Garros, esta vez no.

La cita era a las 9, pero me demoré un poco y ellos comenzaron la función sin mi. No me enviaron la invitación, pero yo tengo mi acreditación sentimental para ver la mejor final que un deporte nos puede dar. El uno contra el dos. El rey del césped contra el príncipe que lo quiere derrocar.

Dos grandes deportistas, dos señores dentro de un court.

Tanto Nadal como Federer, llegaron a la final sin ceder un solo set en todo el torneo. Rafa viene de ganar Quenns, y Roger de 65 victorias al hilo en la Catedral.

Prendo el televisor. El tanteador indica que Nadal gana 6-4, 6-4 y 4-5.

No puedo creer lo que me perdí, pero algo me dice que esto no va a terminar tan rápido.

La lluvia es participe de mi presagio y en lugar de empapar a Federer, lo ilumina. Su muñeca gira como un gato encima de una bola de felpa y lo empieza a mover.. y el corre.. Rafa Nadal tiene 21 años y mucho por ganar.

Su único trofeo grande, lo tiene como figurita repetida de Mancuso en el álbum de fútbol argentino de 1994 y es Roland Garros. Pero él no se conforma. Quiere la difícil y se llama Wimbledon.

Es un partido palo a palo. Roger pega y Rafa devuelve.

Los príncipes miran azorados y el público toma la posta por el suizo. Quieren ver más tenis. Yo también. No lo puedo ver caer así. Me duele.

Mientras los periodistas no dejan de decir que Roger esta a punto de besar la lona, yo pido respeto. Nunca hay que subestimar a un número uno del mundo y más cuando aún esta con vida.

Su novia lo sufre, Federer esta dejando de ser el rey. Pero de repente mete dos winners, toma confianza y llega al tie break del tercer set. Lo gana con autoridad. El partido recién empieza.

Rafa pierde confianza pero logra mantener su saque y el cuarto set se define de la misma manera que el tercero. En pleno dominio de Roger, Rafa, a puro corazón y mucha técnica se pone 5-2 y tiene dos saques para cerrar el partido y ser campeón.

“Se terminó, pensé. No se le puede escapar”.

En ese instante aparece el actor de reparto. Los principales estaban en escena, pero el miedo escénico siempre asoma. La muñeca de Rafa tiembla, comete una doble falta y pierde su saque. Federer aprovecha y ya no va a errar. Levanta dos match point y se lleva el cuarto.

“Rafa perdió su chance pienso”. Y al segundo me retracto. “Éste siempre levanta partidos increíbles. No se va a dar por vencido”.

El quinto set tiene la misma intensidad de los otros cuatro. Palo a palo.

Mis ojos brillan cuando Roger tira un winner y cuando Rafa devuelve a la carrera y clava en el fondo de la cancha un drive impresionante.

Aplaudo, grito, me siento un espectador más en Londres. Pero estoy en mi cama viviendo una obra de teatro de aquellas.

El partido es tan parejo que no se quiebran el saque desde el segundo set.

Saca Roger 7-7. Y Rafa, con devoluciones brillantes y algo de suerte en el pique de las pelotas quiebra y sacará para partido, para campeonato, para ser el mejor.

Es el final, esta vez lo pensé y se da. Roger tira a la red todas sus esperanzas de llegar a su sexto Wimbledon. Nadal cae al piso. Acaba de destronar al rey en su tierra y es campeón por primera vez en la catedral del tenis.

Federer lo felicita como un caballero. Nadal devuelve gentilezas y afirma que venció al mejor jugador del planeta.

Acaba de terminar el partido número 18 entre ellos. Rafa manda 12-6 en el historial.

Acaban de deleitar a todo le mundo jugando la final más larga de la historia de Wimbledon. Fueron nueve horas (entre las interrupciones de la lluvia), a puro talento, donde ninguno de los dos se guardó nada. Jugaron un tenis perfecto. Pero uno tenía que ganar y el premio de subcampeón es demasiado poco para el perdedor. Los dos tendrían que haber ganado.

Pero a mi no me importa. Ni quien ganó, ni quien perdió.

El domingo presencié un espectáculo de PUTA MADRE.

Hay un dicho que dice que las segundas partes nunca son buenas. Ellos llevan 18 partidos, uno mejor que el otro.

Un Boca vs River podrá ser un partido fantástico y un evento que ningún espectador puede perderse, pero nunca darán garantía de espectáculo, de juego bonito, como lo hacen Nadal y Federer cada vez que están frente a frente.

Gracias por la calidad del espectáculo, por dejar todo lo que tenían para brindarnos en el césped y les pido perdón por mi ausencia en los dos primeros actos de la obra maestra que dieron el último domingo.

Todavía, los estoy aplaudiendo.


Martín S. Gallo



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nike es la cultura.
Muy buena historia de Martin!
Y, como siempre, muy interesante el blog.

E.

Pablo Provitilo dijo...

Hola Miedo Escénico

la final en Wimbledon fue para atesorar. Como todos, siempre tenemos un favorito; por coraje, técnica, belleza y dignidad deportiva, deseo que Federer gane la pulseada

excelente blog

saludos