lunes, 13 de julio de 2009

Matador.




No se puede creer. No hay pellizco que despierte a tanta gente que sigue soñando con los ojos abiertos. Digo que sigue soñando, porque este sueño ya lleva seis años ininterrumpidos de paladares endulzados. Si en agosto de 2004 nos decían que había que sacar el pasaporte, pensábamos en ir a ver al ratoncito de Disney, a conocer la Torre Eiffel, o a patear la Gran Muralla China.

Durante años, cada sábado, camino al viejo estadio de Guido Spano y Perón, a los hinchas de Tigre se nos cruzaba alguna idea alocada por la cabeza. Sólo eso, una idea. O más que una idea, un deseo, un anhelo, una ráfaga de satisfacción. En fin, un disparate, que se esfumaba con cada patada en el culo que nos daba, una y otra vez, la realidad.

Si ganarle a San Miguel se había convertido en una de las pocas alegrías que podíamos tener en la temporada. Si Laferrere, Almirante Brown y Colegiales se habían convertido en clásicos. Si teníamos un técnico cada diez fechas y cincuenta jugadores fantasmas por campeonato. ¿Cómo no nos iba a bajar de un plumazo, la realidad, a penas levantaban vuelo nuestros corazones que no entienden de razón?

Tantos años cantando que Tigre ya estuvo en Primera y que algún día iba a volver, que íbamos a copar la Bombonera y el Monumental… Pero qué vamos a copar, si en el club cortaron hasta el agua corriente y hace años que venimos naufragando y ni siquiera nos podemos mantener en el Nacional B. Dicen que en la adversidad se hace más fuerte el sentimiento, se pone a prueba la fidelidad, el amor.

Es como reza esa bandera que vi la primera vez que fui a ver a Los Redondos: “La única manera de entender es participar”. Y sí, es así, hay que ser hincha de Tigre para entender porqué el pecho se infla cuando encontramos un hermano en el lugar más recóndito del planeta. O cuando alguien te cruza después de muchos años, y te reconoce como aquel sufrido hincha de Tigre, aunque ni siquiera recuerde tu nombre. Hay que tener sangre azul y roja para entender porqué el andar es distinto cuando el escudo acaricia el pecho.

Orgullo. Orgullo de pertenencia. Porque el mismo sentimiento aparecía cuando nos enterábamos que el Lechuga Maggiolo la metía en Colombia, en Olimpo, en Estudiantes o dónde fuera que estuviera; o que el poco disfrutado Diego Conca jugaba la Libertadores y era ídolo en Brasil. Y también, por qué no, cuando Luis Ardente salvó a San Telmo del descenso.

Con estos últimos seis años de alegrías interminables, el orgullo se recicló. Aparecen nuevos motivos para que los hinchas de Tigre andemos por la calle con una sonrisa de oreja a oreja. Y el agrande nos viene cuando vemos a Alexis Ferrero cantando el himno con la cuatro en la espalda y el pecho celeste y blanco; o a Cristian Campestrini cortando centros, invadido por la emoción.

Lo mismo nos pasa cuando algún canal de cable nos muestra el resultado del Espanyol de Barcelona, con un golazo o alguna pincelada sutil de nuestro Román. Si hasta el Patito Galmarini logró que alguna vez veamos con buenos ojos un gol de River, siempre y cuando fuese suyo, desde ya.

Hoy tenemos un nuevo motivo de orgullo, un suceso histórico para este viejo y sufrido club de la Zona Norte. De la mano de Diego Cagna, el Matador jugará una competencia internacional por primera vez en sus 107 años de vida. Creer o reventar. Propios y extraños piensan en darse la cabeza contra el cordón para comprobar que esto es real. Yo prefiero seguir soñando.

El sentimiento de orgullo se sigue renovando. Y si hace unas semanas tuvimos la satisfacción de festejar el gol número cuarenta de nuestro máximo ídolo contemporáneo, el Chino Carlos Luna, hoy ya sacamos cuentas para viajar. Eso sí, compañero de tablón o envidioso contrincante, cambiaron los destinos. En nuestro horizonte no está más la cancha de Ben Hur en Rafaela, ni el estadio salteño de Juventud Antoniana. Las monedas comienzan a juntarse para llevar la camiseta azul y roja a Uruguay o a Perú.

Sí, está bien, ya sé que primero habrá que pasar al siempre difícil San Lorenzo de Tinelli… digo, de Almagro. Pero qué me importa. Lo disfrutan nuestros abuelos que nos heredaron esta pasión, lo disfrutan tantos hinchas que llevaron los colores a cualquier rincón del mundo, lo disfruta Marcelo Cejas, cobardemente asesinado. Lo disfrutamos todos los que recorrimos canchas inhóspitas y vivimos aferrados a una ilusión: la de ver a aquel dormido Matador, rugiendo cada vez más fuerte.

De la nada a gloria me voy… Hay un nuevo Tigre caminando por Sudamérica.

Facundo “Chaucha” Bianco





2 comentarios:

Anónimo dijo...

hermosa nota!! como meterse un poco aunque sea, en el corazon de los hinchas de tigre y su emocion. Felicitaciones por la nota y por la clasificacion!

Anónimo dijo...

Hola amor,verdadera la nota y buenisima , uno siente que puede volcar sentimientos y eso te hace mas grande,,,,los hinchas de tigre encontraron en facu la voz que no pueden tener, tenes el corazon comprometido con tus convicciones...felicitaciones y a luchar por los ideales.