El inside del inhalador se hizo rugbier en Córdoba, cuando junto con algunos amigos empezó a practicar en el club Estudiantes. Alberto Granados, un amigo entrañable del Che con el que compartió grandes momentos de su vida, tiene presente el instante de la iniciación: "Estudiantes era un club desprendido de otro, más antiguo, llamado El Tala. Yo jugaba allí junto con mis hermanos y era el entrenador de la segunda división. En Septiembre u Octubre de 1942, vino Ernesto y me dijo que quería jugar al rugby. Había un problema. El tenía asma y la gente tenía miedo de que juegue porque varias veces se nos quedó duro en medio del campo. Pero como yo también había sido muy discriminado en el rugby porque era petiso y flaco, le dije 'te voy a enseñar'. Y él aprendió".
En las horas de su presentación como rugbier, Guevara llevaba el pelo muy corto, como si fuera un conscripto, por lo que sus amigos lo llamaban Pelado. Serio y semirrapado, afrontó la exigencia de ingreso a su club de rugby contra lo que podría suponerse, no debía afrontar una revisación médica ni un test de aptitud deportiva. El examen de ingreso era otra cosa.
"Mirá, Pelado - le dijo Granados -, acá el examen de ingreso consiste en saltar por arriba de un palo y caer con el hombro. Los que vienen al rugby para hacer pinta no se animan. Los que quieren jugar pasan la prueba. Ahora te toca a vos.".
Guevara tomó carrera, dió el primer salto y ofrendó su hombro al suelo. Casi sin respirar, inició la segunda carrera, pegó el segundo salto y de nuevo fue al piso. Se levantó y reiteró el ciclo.
Granados rememora: "Si no le digo basta, todavía se está tirando...".
El aprendizaje le proporcionó a Guevara un tackle muy bueno, bastante heterodoxo. No tomaba al contrario de la cintura sino casi a la altura de los hombros. Era un tackle violentísimo que realizaba como wing o como ala, sus puestos iniciales. Poco a poco dejó de ser el Pelado para recibir un nuevo bautismo. Ahora era el Furibundo Serna, un apodo que articulaba su energía enorme para jugar con el apellido de su madre. Luego, Furibundo Serna fue apocopado en Fuser, porque la dinámica del rugby exigía un seudónimo más corto.
Guevara casi no faltaba a los entrenamientos nocturnos en el estadio provincial. Como eran los estudiantes los que jugaban al rugby todos los clubes practicaban de noche. Mientras esperaba su turno en la cancha, Fuser se acomodaba contra uno de los dos faroles que iluminaban el predio y emprendía un rito que no todos comprendían. Revolvía sus cosas, sacaba un libro y leía. Leía sin parar.
Cuando la familia Guevara volvió a Buenos Aires, Ernesto se asoció al San Isidro Club, donde reanudó el vínculo con el rugby. "Los médicos - escribió Ernesto Guevara Lynch - me habían dicho que ese deporte para Ernesto era simplemente suicida. Que su corazón no podía aguantarlo. Una vez se lo dije y me contestó: 'Viejo me gusta el rugby y aunque reviente voy a seguir practicando'. Ante tanta insistencia decidí usar otros procedimientos. Mi cuñado Martínez Castro era presidente del SIC y le pedí que sacara a Ernesto del equipo en que jugaba."
En disidencia con algunas historias con la vida del Che que señalan que del SIC, disgustado por la exclusión, pasó al club Atalaya, el periodista Diego Bonadeo, profundo conocedor del rugby, precisó al diario Sur: "Guevara jugó, y yo lo vi, en Yporá, un equipo que jugaba los campeonatos de la Liga Católica. Lo de Atalaya fue un poco posterior y salió de la necesidad de tener una cancha estable y de pasar a los certámenes de la Unión de Rugby del Río de la Plata, que es la antecesora de la Unión Argentina de Rugby".
Bonadeo fue uno de los chicos que, a la vera de la cancha, le entregaba el inhalador del que recuperaba el aire que siempre extraviaba. "Cada quince o veinte minutos - recordó - tenía que salir hacia fuera de la cancha, por ejemplo donde estaba el juez de línea, y donde también estaba yo con el inhalador, yo le daba el inhalador y entonces él se daba unas aspiraditas y podía seguir jugando."
Un día ganó el asma. Como si fuera necesario certificar que ningún inhalador es suficiente para sostener a un jugador, Guevara dejó descansar definitivamente su empeño de inside y se descolgó las orejeras que signaban su peculiar condición de rugbier. No obstante, la resignación nunca fue un rasgo saliente del joven que pasó por el rugby embistiendo tanto a los rivales como a los ahogos reiterados. Y siguió haciendo lo mismo, pero de otro modo. Pablo Pirán, un jugador de rugby que es sobrino del Che, contó una historia que puebla las memorias familiares y deportivas: "Le gustaba tanto el deporte que empezó a editar la primera revista de rugby. Se llamaba Takle. El la editaba y hacía los comentarios con el seudónimo de Chancho". Guevara no era renuente a la escritura, como testimoniarían posteriormente sus diarios de viaje y de batalla. Tal vez la experiencia periodística de Tackle afirmó el hábito de escribir. La publicación apareció en 1951 y Ernesto firmaba como Chang - Cho.
De acuerdo con el recuerdo de Ernesto Donat, "él se llamaba Ernesto Guevara, tenía el apodo, cariñoso pero apodo al fin, de Chancho por lo bohemio y lo desprolijo". Militante consecuente del desaliño, Guevara no se dedicó a sufrir porque lo apelaran Chancho. Levemente y a través de percepciones mucho más ligadas con la sensibilidad que con cualquier teoría, por entonces empezaban a preocuparlo otros problemas.
Cuenta un periodista: "Una vez, en unos Juegos Interuniversitarios, escuché un dialogo del que jamás me olvidé. Tenía que jugar el seleccionado de rugby de Medicina, la carrera de Guevara. Un tipo preguntó por qué Guevara no jugaba y otro le soltó esta respuesta: 'Está haciendo una revolución en Panamá'
Ariel Scher
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