Eduardo Galeano (Uruguay) “El fútbol a sol y sombra”
Hasta que el hombre, Jacinto Obdulio Varela, el caudillo del Mundial 50, el hombre de la pelota debajo del brazo, el mito, se apiadó de él y lo recibió. Debe haber sido el último… Obdulio ya no quiere hablar. Y mucho menos recordar. “Ni jugar al truco, puedo…”, se lamenta, a manera de disculpa.
Mantiene la imagen de hombre entero, digno, altivo en su sencillez. Lleva las uñas largas, larguísimas, y cada 20 de septiembre, día de su cumpleaños, se despierta con la Banda del Ejército tocando frente a su casa, la misma desde 1964. Allí deja que se vayan los días mansamente, junto a su mujer, y de vez en cuando contempla ese rincón que él mismo llamó, en otros tiempos, “de los recuerdos” poblado de imágenes y de fotos amarillentas. Sí, también de fantasmas… Ya no quiere hablar de aquello, casi lo fastidia.
En 1966, el prestigioso periodista uruguayo Franklin Morales le hizo una nota al Negro Jefe, la primera en la que hablaba de los hechos del Maracaná y la última con definiciones tan tajantes como las que no quiso volver a repetir jamás. Hoy, a once años de su muerte, vale señalar aquellas declaraciones de este ícono del fútbol charrúa:
- ¿El Maracanazo? Fue una lotería. Compramos un billete y salió con la grande. Ellos tenían un gran equipo, nosotros también, pero un partido de esos siempre se gana con mucha suerte. ¿La pelota bajo el brazo cuando Brasil se puso 1 a 0? Eso se agrandó mucho. Rossi o Perucca habrían hecho lo mismo. Recién comenzaba el segundo tiempo, llegó el gol de Friaza, las tribunas eran un infierno, volaban más cohetes que en un remate y tenía que hacer lo que hice. Demorar en lo posible la reanudación, porque si nos movíamos enseguida nos comíamos cinco. Logré el propósito, de la alegría pasaron a los silbidos, se pusieron nerviosos, nosotros nos tranquilizamos y entonces sí largué la pelota. Estuvo al borde de la expulsión, pero hasta en eso tuve suerte. Después llegaron los goles de Schiaffino y de Ghiggia. Nada más.
El oyente no entrenado en anécdotas mundialistas, se estará preguntando qué fue lo que realmente sucedió en aquella mítica final. Bien, lo que pasó fue que Brasil que, jugaba de local en un estadio construido especialmente para la ocasión, con una torcida enfervorizada alentando, consiguió marcar un gol a los dos minutos del segundo tiempo de aquella final de 1950. Así, el equipo favorito, se ponía en ventaja en la contienda. Acto seguido, Obdulio Varela tomó rápidamente la pelota, y sin desprenderse de ella se dirigió al juez, Mr. George Harris de Inglaterra, para quejarse dado que para él, ese gol debía anularse; había sido hecho en situación de fuera de juego. Obviamente, el Negro Jefe hizo su reclamo en el idioma español, pero como el árbitro de las Islas Británicas no hablaba dicho idioma, hubo que llamar a un intérprete; este tardó en llegar, con lo cual el tiempo estaba pasando y por dicho motivo el reinicio del juego se demoraba. Según se comenta, en aquel momento Obdulio comentó: “Yo había visto al juez de línea levantando la bandera. Claro, el hombre la bajó en seguida, no fuera que lo mataran. Me insultaba el estadio entero por la demora del juego, pero no tuve temor… ¡Si me banqué aquellas luchas en canchas sin alambrado, de matar o morir, me iba a asustar allí, que tenía todas las garantías! Sabía lo que estaba haciendo. Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido”. Bueno; lo que sucedió después de esta maniobra estratégica perfecta, es que los brasileños se desorientaron, parecían no entender que estaban dentro de un campo de juego; estaban asustados. A los 17 minutos del segundo tiempo Shciaffino empata el partido. Finalmente, el jugador Ghiggia, tras una jugada inesperada, marca el segundo tanto para Uruguay. Instantáneamente, ese monstruo llamado Maracaná, que había nacido para albergar la gloria del Brasil, pasó a convertirse en el telón de fondo sobre el cual los rioplatenses dibujaron su mejor página futbolística.
Sin embargo, en contraposición a lo que representa esta hazaña en el imaginario popular uruguayo, es el propio Obdulio Varela o Negro Jefe (según el oyente lo prefiera), quien en su última entrevista, deja flotando la idea de la otra cara de la moneda de la hazaña de 1950: “Maracaná fue un accidente. Y es un error pensar que eso permanece, para siempre… Provocó que el fútbol uruguayo se acostara a dormir la siesta”
Evangelina Diaz Quijano
1 comentario:
Qué bueno esta el bloggggggggggggggggg!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me gusta el Blog y miedo escénico...que voy a hacer je ne sais pas...
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