El 29 de Diciembre del 2011 la vida de Newells cambió por
completo.
El equipo se estaba yendo al descenso. Último en los
promedios, sin ganar de local en casi todo el año, con mucho juveniles y pocos
referentes, Martino asumió en el club con un panorama oscuro.
“De esta solución se sale trabajando mucho” fue su frase en
la primer conferencia de prensa que dio en Rosario. Martino sabía de su
capacidad, pero entendía que la situación era muy complicada y que había que
trabajar mucho en la psicología del jugador, en fortalecerlo anímicamente y en
hacerle creer que para poder zafar de la situación, había que tomar riesgos y
apostar a ir al frente en cualquier campo.
Obviamente, el regreso al club de jugadores del vientre “Leproso”
fue fundamental para construir este presente maravilloso. El sentido de pertenencia pudo más que los
dólares europeos y entre otros, emprendieron la vuelta Scocco, Maxi Rodríguez,
Heinze y Bernandi, que había tomado la decisión de irse de Rosario, decidió
quedarse.
Martino cambió la mentalidad, impuso su filosofía y les hizo
creer a los jugadores que la manera de salvarse era poner la pelota al piso,
jugar a dos toques, rotar, hacer diagonales, aparecer por sorpresa y atacar.
Fácil desde la teoría, complicado desde la práctica, pero mucho más sencillo si
el plantel acata la idea, la implementa y empieza a creer que esa es la manera.
Cuarto en el primer torneo con 32 puntos, subcampeón en el
segundo con 35 y descenso olvidado, mientras otros equipos como Independiente y
Unión, que habían arrancado la temporada en descenso junto a Newells, se iban a
la segunda categoría del fútbol Argentino.
Campeón indiscutido en el torneo siguiente jugando en un
nivel altísimo y segundo el torneo pasado, con chances de jugar una final con San Lorenzo si le ganaba
a Lanus, Newells coronó un 2013 brillante con una gran actuación en la Copa
Libertadores donde llegó a semifinales y cayó por penales con el Atlético
Mineiro.
Martino ya había hecho su trabajo y la herencia le caía a
Alfredo Berti, un hijo prodigo del club, pero desconocido en un banco de
suplentes de primera. Martino se iba desgastado y enseguida se le abría la
posibilidad de dirigir al mejor equipo del mundo, al que siempre quiso asemejar
en su Newells.
Berti continuó el legado de “Tata” y estuvo doce partidos
sin ganar, donde el equipo erraba mucho lo que generaba y por eso no podía
llevarse los tres puntos. Se habló mucho de la continuidad del entrenador, pero
el presidente y los jugadores lo bancaron, nunca perdieron la confianza por lo
que hacían y respetaron esa ideología. Era cuestión de acertar en el arco rival
para escapar de la racha porque el rendimiento era bueno.
El 23 de Febrero algo cambió. Newells le dio una paliza a
Rafaela en Rosario. Lo goleó 4 a 1 con un fútbol de altísimo nivel. Cuatro días
después, arruinó a Nacional de Uruguay por la Copa Libertadores. Lo despedazó
al equipo Uruguayo, lo minimizó por completo, lo hizo sentir así de chiquitito.
Fue 4 a 0 y pudo ser más.
El miércoles pasado recibió a Vélez en Rosario. Vélez venía
de ganar todo en la copa, de ganarle a Boca y de quedar cerca de Colón. Newells
no le tuvo piedad. Lo aplastó 4 a 1 con un baile infernal en el segundo tiempo.
Ya sin Scocco, sin Maxi, sin Banega, sin Cáceres, pero con Ponce, con Diaz, con
Figueroa, con Bernardi. En Newells no importa quién juega porque todos conocen
a la perfección la partitura para tocar la mejor canción.
Newells me despierta sentimientos ambiguos. Admiración y
envidia. Admiración de la dedicación al trabajo, de cómo los jugadores
interpretaron la idea y de cómo la ejecutan, admiración del sentido de
pertenencia de sus jugadores para con la camiseta. Envidia por todo lo mismo.
Newells provoca que me quede frente a la tele los 90 minutos
sin moverme y si provoca eso en mi que no soy de Newells, no me imagino lo que
será en Rosario.
Los invito a que lo vean, no solo a ustedes queridos
lectores, sino a todos los jugadores del fútbol argentino, para que se den
cuenta, que lindo es jugar a dos toques y tratar bien a la “caprichosa”.
Martin Gallo.
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