El sueño llegó a su
fin
Sensaciones encontradas. Por un lado, objetivo cumplido.
Argentina vuelve a los primeros puestos luego de 24 años, cinco mundiales, diez
copas Américas e infinidad de partidos de eliminatorias.
Se llegó a una final del mundo y se perdió en tiempo
suplementario ante el mejor equipo de los últimos seis años. Por otro lado
queda esa amargura de haber estado tan cerca de conseguir la gloria que estos
jugadores merecieron. Seis minutos separaron el zurdazo hermoso de Gotze de los
penales. Ahí la historia pudo ser otra, pero ese final del cuento jamás será
leído.
Argentina empezó este mundial con las mismas certezas con
las que terminó la eliminatoria. Débil y vulnerable en defensa, con un Romero
suplente en todos los equipos donde jugó y una línea de cuatro compuesta por
centrales con poca confianza y laterales con muchas dudas, principalmente en la
banda izquierda. Adelante, la otra cara. Desequilibrante con el cuarteto Messi, Agüero,
Higuain y Di Maria que tantos resultados habia dado en la eliminatoria.
El mundial arrancó con los mismos altibajos en la zona de
grupos. Victorias angustiantes y sufridas en defensa pero con el poder ofensivo
latente, principalmente por el desequilibro de Di Maria y Messi.
Sabella tomó nota y no le tembló el pulso a la hora de las
decisiones. Afuera Gago y Fernandez, adentro Biglia y Demichelis. Había que
reforzar el medio para darle una mano a Mascherano que se desdoblaba en la
marca, y darle confianza a Garay. Tanto “Micho” como Biglia cumplieron a la
perfección.
La selección disputó los mano a mano con mucha seriedad, adaptándose
a los partidos a la perfección, haciéndose fuerte en defensa y apostando a que
las terribles individualidades de mitad de cancha para adelante, marcaran la
diferencia.
Se superó con sufrimiento a Suiza en el suplementario de un
partido que debió definirse antes.
Pasó Bélgica, en un partido con amplio dominio desde lo
territorial, pero escaso desde el marcador.
Con el correr de los encuentros, la defensa se fortalecía
cada vez más, pero el ataque se debilitaba. La lesión de Di María (el mejor
jugador del mundial hasta ese entonces) obligó a Sabella a mutar del 4-3-3 al
4-4-2. Enzo Perez y Lavezzi se sacrificaron por el equipo y jugaron un gran
partido contra Holanda para llegar a la definición por penales. Argentina había
jugado mejor que los naranjas, pero no había generado el suficiente peligro
como para ganar en el tiempo reglamentario. Los penales transformaron a Romero en
héroe y la selección llegó a la final.
Sin Di Maria, Argentina le cedió la pelota a la mejor
selección del mundo. Pelota y terreno. Pero se plantó firme en defensa, cerró
los laterales y apostó a la salida rápida. Tuvo tres chances claras en los pies
de sus delanteros, pero las falló. Alemania tuvo dos. Y Gotze en tiempo
suplementario no perdonó.
La selección cayó de pie, luchó los partidos, dejó el
corazón y nada se le podrá reprochar a ninguno de los veintitrés futbolistas
que defendieron los colores en Brasil.
Queda la sensación amarga de haber estado cerca, de saber
que hubiese pasado si Agüero, Palacio, Higuaín y Di Maria no llegaban
destruidos físicamente al mundial. De que Alemania merece este título producto
del trabajo que viene realizando desde el 2008, cuando Loew asumió como
entrenador en lugar de Klinsmann y le cambió la filosofía a este equipo. Queda
la sensación de que con un proyecto se puede pelear entre los mejores. Queda la
sensación de que Argentina desperdició ocho años de gestión, desde Pekerman a
hoy, pero que hoy, con el segundo puesto del mundial, empieza la reconstrucción
del fútbol Argentino.
Sabella debe continuar porque el proyecto recién empieza.
Miremos para adelante, Rusia 2018 puede ser la chance de encontrar a gloria,
esa oportunidad que se nos escapó faltando seis minutos.
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