jueves, 15 de junio de 2006

Programa 08 - 06 - 06

Gracias por estos 10 programas. Gracias a todos los oyentes por acompañarnos en este camino que esperemos día a día siga mejorando.
Gracias a Mariana que jueves a jueves nos acompaña en la operación técnica.
Y en estos 10 programas también un agradecimiento especial a Agustin Rostica quien vino a interpretar nuestra canción de cierre "La vida es una Tómbola".
Dejando la cháchara de lado les dejamos un texto algo nostalgico acerca del Mundial Italia `90.




ITALIA 90: el Mundial de mi vida


"Notti magiche inseguendo un goal, sotto il cielo di un'estate italiana"...

Escucho este himno y retrocedo diecisèis años como si nada. Me voy a Roma o a Milán en un instante. Y ahí estoy. Precalentando al lado de Ruggeri, mirando de reojo -con cierto temor- a los futbolistas de Camerún que salen al campo de juego. Con Diego que envía una y otra vez la pelota hacia el cielo y que baila en el círculo central con esa gracia que sólo él tiene en cada movimiento.

Ese fue el comienzo de un sueño, de un mes inolvidable. De descubrir un fanatismo que hoy me resulta difícil encontrar. De negociar, pese a mis escasos diez años, con mi vieja para que me dejara salir antes de las clases de inglés para ver el partido. De correr seis cuadras con la mochila al hombro, para no perderme la salida de los equipos de Irlanda y Egipto al campo de juego. Hablo de un fanatismo que me impulsó a dejar programado mi equipo de música para grabar los partidos que transmitía la radio y, después del largo día de escuela, escucharlos a la noche, tirado en mi cama.

Contra todo, contra todos...

Fue el Mundial de mi vida, no tengo duda de eso. Y no me importa que digan que se jugó un fútbol horrible, tal vez el peor que se recuerde en la historia. Para mí fue hermoso y apasionante.

Fue el Mundial de mi vida y me dejó la enseñanza de que con sacrificio nada, pero absolutamente nada, es imposible. Y qué me importa que la Argentina haya sido el primer equipo en la historia que no marcaba un gol en una final. Perdimos por un penal inexistente, si no la suerte seguramente habría sido otra.



Fue el Mundial de mi vida, en el que descubrí -gracias Goyco- la adrenalina de los penales. Y qué me importa que haya sido el mundial de promedio de gol más bajo por partido de la historia, hasta ese entonces, con 2,21 por cotejo. Si a nosotros nos alcanzó con uno solo para eliminar a Brasil.

Fue el Mundial de mi vida, el que me despertó la pasión por el fútbol. Y qué me importa que la Argentina haya sido el primer equipo en sufrir un expulsado en una final (de hecho, fueron dos, ¿y qué?). A decir verdad, en ese instante de nervios, lamenté que el botín derecho de Monzón -por favor, que no se mal interprete- no haya alcanzado su destino final.

Tampoco me importa que el goleador del torneo haya sido Totó Schillaci, un jugador de dudosas cualidades que había disputado antes del comienzo de la Copa del Mundo sólo un partido con la selección italiana y que desapareció tras el mundial y nunca más se supo de él. No me importa.

Fue el Mundial de mi vida, aún conservo el álbum de figuritas que completé en tres días y medio. Y qué importa que la Argentina haya sido una enfermería por las lesiones de la gran mayoría del plantel. Si, al fin y al cabo, el sudor y el corazón pudieron más que los dolores.

Algunos pensarán que estoy loco. Que es imposible que Italia 90' sea catalogado como el mejor mundial de la historia. Y bueno, son opiniones. Aquellos que dudan de mi cordura, puede que tengan razón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A pesar de haber sido un enano para esos años, ese mundial dejó una huella en mi memoria: "los pantaloncitos blancos nos traen suerte"