viernes, 31 de agosto de 2007

Ramón.

Especialmente dedicada al señor Nacho Díaz.















Ramón Diaz

Allá por 1979, tu nombre empezó a sonar de una manera muy fuerte, pero no por quién eras vos, sino porque eras el destinatario de todos los pases de Diego Maradona y el encargado de transformaros en goles.

Menotti te dió la titularidad en aquel campeonato juvenil y no fallaste. Fuiste clave en el título que Argentina se llevó en la final contra Rusia y que marcó una era. Y de ahí en adelante se podría decir que tenés el “don” de marcar “Eras”

La primera y la más importante fue River, tu cuna, el club de tus amores.

Pero como todo delantero con olfato goleador, paseaste tus definiciones por Napoli, Avellino, Fiorentina, Inter, Monaco y hasta te diste el gusto de romperla en el Futbol japonés. El Yokohama Marinos te contrató como la gran estrella y no fallaste.

Como jugador te cansaste de hacer goles, con ese pique corto y esa zurda exquisita, los arqueros temblaban cuando te tenían enfrente.

Riojano de nacimiento, pero gallina de alma, le diste varios títulos al club de Núñez del cual te consagraste goleador en varios torneos. De tu mano River fue campeón en el 89-90, en el 90-91 y en el 93.

Cuando se acercaba el final de tu carrera, ya se te cruzaba por la cabeza la idea de ser Director técnico. Y que debut que tuviste!. Luego de dos años muy malos, donde por River los técnicos pasaban como “colectivo sin frenos”, agarraste un fierro caliente y llevaste a los años mas grandes de la historia, solo comparables con aquella “máquina” de aquellos años 50.

River fue tricampeón de un equipo rodeado de estrellas. Enzo Francescoli, Gallardo, Ortega, Crespo, Salas, fueron algunos de los lideres que te llevaron al estrellato. Y a partir de tu ida del club, la gente te empezó a cuestionar, no por la efectividad, sino por la capacidad de conducción. “Francescoli maneja al equipo”, era la frase mas repetida por los hinchas, y todos te recordaban un partido contra Racing en el cual River caía como local y lo quisiste sacar a Ortega, pero el “Gran Enzo” te frenó y te dijo que no. Que debía salir otro”

A partir de ese día, la gente se olvido del tricampeonato local, de la copa Libertadores de 1996 y de la Supercopa de 1997 para empezar a evaluarte y decir: “A este lo quiero ver en un equipo que no tenga estrellas”.

Por unos años la gente te perdió el rastro. Diste vueltas por el mundo, luego de haber cumplido con tu tarea: Que River recuperara su poder a nivel local e Internacional

Tuviste que volver cuando el club después de varios años dejo de ganar títulos y lo volviste a sacar campeón. Y ahí te decían que tenias a Saviola, Dalessandro, Angel, Aimar y tantos otros jugadores de buen pie. Creo que el hincha de River nunca te reconoció tu laburo. Es raro llegar a esta conclusión luego de tantas alegrías, pero si siempre te terminaban evaluando......

Nunca hiciste odios sordos a las criticas. Mas allá de tus preferencias políticas extrañas, apoyando a tu coterráneo Carlos Menen, luego a Mauricio Macri y a Daniel Fimus (aunque resulte contradictorio), nunca perdiste tu convicción a la hora de cómo tenia que jugar tu equipo. Siempre bien ofensivo y con la pelota por abajo.

Te fuiste a Inglaterra al Portsmounth, como asesor técnico. Esa función que esta de moda hoy, pero te cansaste... el ingles no es lo tuyo. Volviste para triunfar y entre tantas contradicciones (“Al único equipo argentino que dirijo es a River), te llegó ese desafió que tanto te retumbaba en la cabeza.

En medio de reuniones dirigenciales, un tal Rafael Savino, decidía el futuro técnico de San Lorenzo y decía: “A ese no, Ramón de Futbol no sabe nada”. Pero el apoyo de la comisión directiva, te depositó en el club del bajo Flores.

Agarraste a un equipo muerto moralmente, Ruggeri había dejado un cementerio luego de una campaña pésima con derrotas difíciles de digerir (1-7 con Boca y 0-5 con River).

Lo primero que les dijiste a tus nuevos obreros fue: “Yo vengo a salir campeón” y no pediste figuras extraopilantes como se mencionaba (Ronaldo, Ayala, Solari, Sorin entre otros), sino que te arreglaste con el plantel que tenias y solo llegaron Ledesma, La “Gata” Fernández y Tula.

San Lorenzo fue una maquinita y salió campeón en la ultima fecha luego de golear a Arsenal en el nuevo gasómetro. La gente te reconoció “borombombon es el equipo de Ramón” y la prensa y el ambiente del Futbol te empezó a mirar de otra manera.

A mitad de año se rumoreo que te ibas, que te querían de Europa y que vos ya habías demostrado que podías ser campeón de un equipo sin estrellas. Pero fuiste claro con el mensaje: “Yo quiero la copa”.

Hoy, en el día de tu cumpleaños, quería felicitarte, no solo por lo que fuiste como jugador y técnico, sino por la actitud de que tu equipo siempre vaya para adelante, siempre intentando jugar por abajo, lindo y efectivo pero principalmente por nunca dar por perdido un partido como el del último martes y por tener una confianza ciega en tu visión de juego y de cómo entender a este mundo del Futbol, tan resultadista y trágico por momentos.

La gente de San Lorenzo te agradece, la del Futbol se pone contento porque puede ver un lindo espectáculo, pero la de River, a la que tanto le diste, es la que mas te extraña.


Martín Gallo.

jueves, 30 de agosto de 2007

Simpsons wallpapers.

Un regalo para todos ustedes, agradecemos al usuario "Antitaurino" de la comunidad Taringa! por estos increíbles fondos de pantalla que hoy les dejamos a ustedes.
Clickeando en las imágenes los verán en el tamaño original.





































La vanguardia es así.

domingo, 26 de agosto de 2007

Café de los Maestros.













Un pequeño homenaje a tres maestros que mucho tienen que ver con el espíritu de Miedo Escénico.

Burrito.












Un amigo de todos.


Y como siempre el domingo entraste a la cancha con la remera de mangas largas agarrada entre tus puños. Así como queriendo expulsar la bronca por algún lado y que mejor lugar que los puños.

Te fuiste, dicen que a Chile. A curarte de algo que te estaba quemando y matando lo más lindo que tiene tu vida, entra a una cancha de fútbol.

Quien dice ser tu papá no se si realmente te ayudó como se dijo el año pasado. Siempre dijo que estabas mejor y te ponía a jugar para salvar las papas de su equipo que bastante mal venía.

Una vez más pasó lo mismo y vos te pusiste la banda roja y saliste a dar la cara en uno de los peores momentos que atravesó tu club en la historia.

Hace un par de meses recorriendo algunos pueblos allá por Jujuy pude entender un montón de cosas. Y pude ver a miles como vos pero que no tuvieron esa suerte de ser una estrella del fútbol mundial. Mucha soledad, mucha angustia, muchos dolores, pero sobre todo mucho amor.

A pesar de eso, tu suerte pareciera diezmada por un maldito mal que aqueja a muchos. Tal vez a muchos que tienen alguna pena en algún lugar de su corazón. Sin dudas que la cima no exceptúa a nadie de la tristeza, sino mirálo a Diego. Y nadie debería olvidar que vos te pusiste un equipo al hombro cuando al Diego “Le cortaron las piernas” allá en el país del norte.

A todos los que te vemos nos llena de esperanza saber que hay uno como vos que pareciera ser un amigo nuestro. Te vemos y creemos que podrías estar jugando algún picado en el barrio con nosotros y compartiendo los tragos obligados después de cada partido en el parque.

De hecho alguien alguna vez me dijo que vivió algo así. No se si será cierto o será algún mito barrial, lo que si sé es que podría haber sucedido. También se que alguien estuvo contigo en algún bar nocturno corretenado algunas chicas. ¿Qué problema hay no? Sino dejás de ser un hombre.

Volviendo al domingo pasado, mas allá de estar bien o no (que nadie es capaz de decirlo) como no volver a emocionarse si te vemos entrar, ser figura y volver a ver aunque sea 2 o 3 de esas gambetas hermosas que no muchos de los que yo ví han hecho.

No me importa Pasarella, no me importa River, no me importa que camiseta tengas.

Lo que sí me importa es que hay un jujeño suelto en las canchas de fútbol de toda la argentina y que sabe mucho con la pelota en los pies.

Muchos dicen que nunca pudiste olvidar tu pueblo, Ledesma. Y que sólo allá te ven feliz.

Yo les digo que vos sos feliz jugando a la pelota; acá, en Jujuy o en Tierra del Fuego.


Burrito Bailador.

¿Estás en el monumental o en el parque jugando con los pibes? Donde sea te queremos jugando al fútbol.


F.J.A.


viernes, 24 de agosto de 2007

Freddy Rincón (entre risas).


Con las disculpas pertinentes por lo poco serio del intento de lectura en el relato que sigue.
A todos nos puede pasar ........ y nos pasó.


QUE ME PONGAN SALSA

“Tu amor es un periódico de ayer, que nadie procura ya leer. Sensacional cuando salió en la madrugada, al mediodía ya noticia confirmada y en la tarde materia olvidada. Tu amor es un periódico de ayer”. La voz de Héctor Lavoe recorre los caminos de Buenaventura, el puerto iuncrustado en el Valle del Cauca, a dos horas de la gran Cali, y cada quien la siente a su manera, la baila, la canta o, simplemente, la convierte en gambetas sobre una cancha terrosa de fútbol. La música sale de la casa de los Rincón, un hogar numeroso en el que doña Rufina cuidaba paciuentemente de sus ocho jijos, mientras don Rafael se partía el lomo en la monta de café, trabajando para la extinta Puertos de Colombia. Los varones, siete en total, enloquecían por darle puntapiés al balón. También el pequeño Freddy, que no perdía ocasión de irse detrás de sus hermanos y meterse en los picados.

Alguna vez Buenaventura fue una veta de talentos en Colombia. Observadores de clubes profesionales se aparecían con la intención de conseguir algún virtuoso, a uno d eesos morenos larguiruchos que sabían esconder la pelota. Tiempos en que Delio “Maravilla” Gamboa, toda una leyenda de pueblo, hizo que los ojos de los grandes clubes se dirigieran hacia aquel pequeño poblado a orillas del Océano Pacífico. Y así aparecieron nuevos nombres como los de Víctor Campaz, Nicolás Lobatón y Leonidas Hurtado.

La situación económica de los Rincón no era demasiado holgada, pero si “como para que no nos faltara la comida que era lo principal”. Siendo el menor de todos, Freddy gozó de la protección de sus hermanos. “Siempre hemos sido bastante unidos y gracias a eso pude terminar mi bachillerato. Ellos me dieron la posibilidad de estudiar, lo que, de no haberlos tenido, me hubiese sido imposible realizar”.

Comenzó jugando con el equipo de “El Capricho”, un barrio cercano donde inició el camino de su destino. Con ellos quedó campeón de la cuarta categoría para luego pasar al cuadro de otro poblado, el “Alfonso Lopez”, y jugar un torneo llamado “El plan del padrino”. Se inició como puntero izquierdo, la posición que más le gustaba y allí se quedó. Esa experiencia, que duró unos tres años, lo llevó a la Selección de Buenaventura para participar en un campeonato municipal.

La calidad futbolística de Freddy crecía, ya eran evidentes sus condiciones de jugador con futuro y él mismo comenzaba a planterase la posibilidad de llegar a ser futbolista profesional. Luego de una experiencia con La Tequendama, pasó al Atlético Buenaventura, de la segunda división, en el que también jugaba su hermano Manuel un zaguero central que le lleva siete años de diferencia y que jugó en varios equipos de la primera división colombiana como el Caldas, el Santa Fé, además de vestir las camisetas del Táchira y ULA en Venezuela.

Durante los primeros meses tuvo que acostumbrarse a ver los partidos desde el banquillo, pero pronto se hizo con una plaza de titular. El Buenaventura arrasaba en los campeonatos municipales y en una oportunidad fue escogido como representante del departamento del Valle del Cauca para participar en un torneo en Bogotá. Varios de aquellos futbolistas impresionaron a los directivos de lIndependiente Santa Fé y rapidamente Rafael Pachón, hermano del presidente del Club capitalino, se hizo con los pases de Freddy Rincón y de sus compañeros Juan Reyes, Carlos Potes y Edison Cuero.

“Me fui a Bogotá y estuve seis meses jugando con el cuadro de reserva hasta que se me dio la oportunidad de debutar en el primer equipo”. Fue el técnico Jorge Luis Pinto quien lo llevó a estrenarse en El Campín contra Junior de Barranquilla en el año 1987. “Para mí fue el momento más importante de mi carrera. Recuerdo que marqué dos goles y fui la figura. El estadio estaba totalmente lleno, había muchas expectativas conmigo poruqe en segunda división fui nombrado el jugador más destacado. Aparte, en un partido preliminar contra el propio Junior, había hecho un gol muy bonito y la gente hablaba de mí. A prtir de allí siempre fui titular en Santa Fe, tuve muy pocas lesiones y jugué la mayoría de los partidos”.

El clima, las costumbres y el ambiente de gran ciudad de Bogotá significaron un duro contraste para Freddy, acostumbrado a la tranquilidad de Buenaventura, a su sol caliente, a su vida a ritmo de salsa. “Para mí el cambio fue muy difícil porque había salido muy poco de mi casa, y así, de pronto, me tocó irme a jugar al Santa Fe después de haber terminado el bachillerato. No es fácil mudarse de un municipio a una capital. Sin embargo, mis aspiraciones pasaban por ir a triunfar a un equipo grande, por llegar a una ciudad donde el poder y la trascendencia de la prensa fueron mucho mayores que en otra parte. De todas maneras, vivía con tres compañeros de equipo y eso me ayudó para poder adaptarme mejor”.

Jorge Luis Pinto le mantuvo la confianza en aquella su primera campaña y Rincón llegó a anotar diez goles. Siendo volante, tenía mucha llegada a gol y buena definición. “A mucha gente en Colombia no le gusta Pinto, pero para mi carrera fue muy importante porque me enseñó muchas cosas. Para mí es uno de los mejores técnicos de fútbol colombiano, a pesar de su temperamento que es lo que más les disgusta a muchos”.

Con el polémico entrenador se mantuvo hasta 1988 cunado fue sustituido por Diego Edison Umaña, un reconocido jugador en los años 710 que no le quitó a rincón su plaza de titular. Y el moreno volvió a tener una campaña notable con trece goles, a la que sólo le faltó el campeonato. “El grupo nuestro era muy bueno, tenía muchas expectativas. Quizás no había jugadores demasiado brillantes, pero érmaos un plantel con aspiraciones, que siempre luchó por el título aunque desafortunadamente no pudimos alcanzarlo”.

América de Cali se interesó por él y a mediados del 89 pagó una importante suma de dinero por su traspaso. Los “Diablos Rojos”, dirigidos desde hacía más de una década por Gabriel Ochoa Uribe, habían establecido un yugo en el fútbol colobiano de los 80, período en el que disputaron tres finales de Copa Libertadores consecutivas. Allí se juntó con Polilla da Silva, Checho Angulo, Anthony De Avila y Eduardo Pimentel, para conformar un grupo que supo mantener la tradición triunfadora de los Cabañas, Gareca, Barraglia, Falcioni y Wellington ORtiza.

Le tocó debutar en un clásico contra Deportivo Cali, con un Pascual Guerrero que se desbordaba con el batir de olas rojas y verdes que ondeaban entre los graderíos. “Ese día fue muy importante porque también fui figura del partido. NO marqué foles poruqe me faltó un poco de tranquilidad. Tuve mucha ansiedad cuando se me presentaron oportunidades de anotar, pero lo que hice sirvió para que me tomaran confianza y poder entrar con el pie derecho en el equipo.”

En un principio, las necesidades que tenía el cuadro en ese momento obligaron al doctor Ochoa a retrasar un poco a Freddy de su posición habitual. Esto trajo una baja considerable en sus apariciones por el área rival y en su producción goleadora. Pero pronto volvió a su demarcación original y el diálogo con las redes, suspendido desde su salida de Santa Fe, se reestableció. Tres tantos alcanzó a anotar antes de que el torneo fuese paralizado por el asesinato del árbitro Ortega.

Trabajar con Gabriel Ochoa Uribe, el técnico con más títulos en la historia del balompié neogranadino, también significó para Freddy Rincón una experiencia muy particular. “Ser dirigido por el médico es como aprender a formarse coom persona, a ser algo más en la sociedad, a ser gente. Es un hombre que te enseña mucho a manejar las relaciones humanas. En lo futbolístico te inculca la aspiración de ser un ganador, porque a él siempre le ha gustado vencer y por eso consiguió tantas cosas en su carrera”.

El ciclo de Ochoa al frente del América terminó en pleno campeonato de 1991, luego de haber conseguido siete títulos a lo largo de más de doce años de trabajo. El último fue el del 90, el primero de Freddy Rincón con los diablos rojos de Cali. Su sustituto fue Diego Edison Umaña, quien perdió el cetro a expensas del Atlético Nacional de Medellín que, con Hernán Darío Gomez en la dirección técnica, se proclamaba campeón después de esperar toda una década.

Al año siguiente los directivos del cuadro americano contrataron a Francisco Maturana, quien había regresado a Colombia luego de abandonar la conducción del Valladolid español. Con Pacho al frente, la hinchada del América volvió a disfrutar de un título. La implantación del sistema Maturana trajo a las filas rojas al arquero argentino Angel David Comizzo, al central Giovanni Cassiani y a los volantes Leonel Alvarez yt Néstor Villarreal. Al tiempo el equipo creció mucho con el surgimiento de Harold Lozano, quien ya había demostrado su valía en el preolímpico de Paraguay.

Freddy Rincón lució la banda de capitán y terminó siendo la gran figura del equipo. Culminaba así su mejor año en el fútbol colombiano y, pleno de expectativas, se aprestaba a encarar un 93 que lo tendría como protagonista de su Selección en la Copa América y las eliminatorias al Mundial. Luego vendrían sus pasos por Europa y Brasil.

Actualmente, no todo es color de rosa para este jugador colombiano, ya que desde marzo de este año la INTERPOL comenzó a buscarlo dado que se lo acusa de ser testaferro del narcotráfico de su país. El 9 de mayo de 2007 fue arrestado en Brasil y está a la espera de que la Justicia actúe.




miércoles, 22 de agosto de 2007

viernes, 17 de agosto de 2007

Novak Djocovic.

Gracias a todos los que nos escucharon este Jueves y esperamos sigan estando con nosotros. Gracias también a Mauricio Ferrini por su compañia en el estudio.















DE LA NADA A LA GLORIA ME VOY…

En 1989, asume como presidente de la República Federal de Yugoslavia, el dictador Slobodan Milosevic quien había decidido realizar una “Limpieza étnica”, expulsando (exterminando), de todo el territorio de la Gran Yugoslavia, a cualquier ser humano que no tuviera la condición de serbio.

La Guerra de Los Balcanes, que venía azotando a la mayor parte de Europa del Este, fue el marco para que la angustia fuese parte de las vidas de la mayoría de la población.

Esquivando el hambre y las bombas, un pequeño de cuatro años tomaba en sus manos, por primera vez, una raqueta, quizás más grande que su propio brazo. Sin saber, aún, que el tenis iba a ser su profesión y su gran pasión.

Novak Djocovic nació en Belgrado en mayo de 1989 y casi sin darse cuenta decidió que su deporte no iba a ser el sky, ni el fútbol como su padre quería: su deporte, sería el tenis.

Partizan fue el club que lo vio dar sus primeros pasos, entre bombardeos de la OTAN, que no le permitían entrenar cuanto quería. Pero a los 12 años, se va a Munich donde su preparación da el salto cualitativo. Con tan sólo 16 años, entra en el circuito profesional de tenis.

Lo que sigue para Nola, tal es su apodo, es un camino soñado muchas veces por él.

A los 19 años gana su primer Master Series en Miami, derrotando al argentino Guillermo Cañas y se convierte en el jugador mas joven de la historia de ese torneo en ganarlo. Hasta allí, es un jugador más en el circuito del que empieza a hablarse con un poco mas de respeto. Ya sabemos que el éxito convierte personas en mega estrellas: “Todo es un negocio hoy, tienes que ocuparte de la televisión y los patrocinadores, esa es la vida. Soy consciente de eso, pero yo sí quiero jugar al tenis”, dice Djocovic.

Decidió volver a vivir en Belgrado y cuenta que estando tanto tiempo fuera de su país, aprendió a darse cuenta de la nostalgia con la que vive su pueblo. Sin embargo, es una persona sumamente positiva que no duda un instante en afirmar que “Mi vida es maravillosa, hago lo que quiero, la gente me reconoce, no puedo pedir nada más para mi”, y deja entrever que sí se puede pedir mucho para los demás…

Sin dudas, este año es el mejor en la carrera de Novak Djocovic: al título de Miami se agrega el torneo de Estoril que deja en claro que es un jugador que también sabe como moverse en el polvo de ladrillo. Llega hasta la semifinal de Wimbledon, donde una vez mas enfrenta a Nadal y se retira lesionado. Pero es, sin dudas, la última semana la que lo convierte en una sombra amenazante para los que más arriba en el ránking están: se corona campeón del Masters Series de Canadá, cargándose en su mochila a Roddick, Nadal y Federer, en forma consecutiva. “Está en condiciones de ganar un Grand Slam. Ya les ganó a todos y se mueve bien en cualquier superficie”, dijo Bjorn Borg uno de los tenistas más importantes de la historia del deporte.

Los lauros conseguidos por este joven de 20 años lo dejan posicionado como uno de los elegidos para ganar el US Open, último Grand Slam del año y su presencia en el circuito, pone el ingrediente que faltaba para que la lucha sea más pareja y tenga que dirimirse entre más que sólo dos jugadores.

Atrás queda el vacío, la nada de una Serbia que intenta recuperarse día tras día de la peor suerte que pudo haberle tocado. Por delante, queda conseguir la gloria; acechar al suizo y al español pero, claro, con armas mucho más limpias que las utilizadas en su propia tierra…


Evangelina Diaz Quijano

jueves, 16 de agosto de 2007

domingo, 12 de agosto de 2007

Siempre Pato.

Hoy un emocionante cuento del Pato Pastoriza escrito por el gran escritor Eduardo Sacheri y una breve reseña de aquel campeonato continental de Independiente en 1984.

Señor Pastoriza

Cuando me enteré, casi no pude decir palabra sobre su muerte, señor Pastoriza. No se muy bien porqué. Aunque supongo que siempre me ocurre eso con las cosas que me lastiman. No puedo nombrarlas mientras me duelen mucho, o mientras son un dolor nuevo y desconocido, un dolor que busca su sitio en el cementerio de tristezas que todos tenemos en algún lugar del alma.

Pero al mismo tiempo supe, desde el momento mismo en que me enteré, temprano en la mañana, mientras escuchaba la radio al afeitarme, que escribir estas líneas, u otras como estas, señor. Eso también es algo que me ocurre con las cosas que me duelen. Se me traban en la lengua pero se me destraban en palabras, cuando las escribo. Aunque con la muerte nunca sea sencillo. Siempre es más difícil con la muerte, señor Pastoriza.

Pero si tengo la necesidad, casi la obligación, de escribirle por lo menos estas líneas, señor Pastoriza, es por algo que le debo desde hace muchos años, y que no pude agradecerle correctamente en su momento. Espero sepa perdonar, a medida que yo avance en este relato, semejante dilación por mi parte. Digamos que tiene que ver con eso de lo difícil que es lidiar con la muerte, señor Pastoriza.

Con todas las muertes. Pero dicen que nunca es tarde, de modo que tal vez sea este el momento de darle las gracias, mis propias gracias, esas que tengo demoradas desde hace tanto tiempo. Ahora que se fue usted, señor, siento que es el momento de decírselo,, o de escribírselo, que – como ya apunté – es mi modo de decírselo.

Usted no necesita que yo le recuerde, señor Pastoriza, esa hazaña de enero de 1978 cuando Independiente, con ocho jugadores, consiguió un empate imposible contra Talleres de Cordoba, como visitante y con medio mundo en contra, en la final del campeonato Nacional de 1977. Lo ganaba Independiente y lo dio vuelta Talleres, con un gol mentiroso, convertido con un manotazo impúdico que el árbitro no tuvo la hombría de anular. Sí tuvo la hombría de echar a tres jugadores de Independiente que le fueron a gritar su indignación. Y la historia estaba escrita.

Todos querían irse, llenos de bronca y de impotencia. Pero estaba usted, señor Pastoriza. Usted estaba y los detuvo. Los detuvo y los hizo volver. Los hizo volver y les dijo: “Jueguen”. Les dijo “Jueguen” y ellos hicieron caso, señor Pastoriza.

Esa noche yo no supe nada, señor Pastoriza. Me habían enviado a Villa Gesell, junto con mi hermana, a veranear con unos tíos. Esas cosas que pasan y que caudno uno es chico no se da cuenta de que lo están engatusando. ¿Cómo era posible que me fuese de vacaciones sin mis viejos ni mi hermano mayor, con lo que a todos nos gustaba el mar? Tendría que haberme dado cuenta de que había una matufia rara, con ese viaje a la playa. Pero a los diez años a veces uno se distrae y pierde las marcas, señor Pastoriza.

De manera que esa noche yo ni me enteré. Usted estaba con los brazos en alto frenando a los jugadores de Independiente; arengándolos, sosteniéndolos, y yo dormía como un bendito. Mi viejo, allá en Cautelar, fumaba como la chimenea de un acorazado con la radio pegada en la oreja, y yo soñaba como si tal cosa, fíjese que barbaridad. Usted mandaba a la cancha a Bertoni. Medio lesionado y todo, y yo no me enteraba de nada. El corazón de mi viejo latía al ritmo frenético de la pared que armaban Biondi, Bertoni y Bochini, y yo seguía en la nube más distante de los sueños. Bochini empujaba el balón hacia la gloria y yo roncaba a pata suelta. Mi viejo gritaba en la puerta de casa, para que se enterasen los vecinos, y yo como si nada, bien metido bajo la frazada porque las noches geselinas por entonces eran frescas.

Recién a la mañana siguiente algún hincha del Rojo me puso en autos de la hazaña. Yo me sentí raro. Para mí Independiente campeón eran los cantitos con mi viejo, los saltos por la casa, las banderas rojas colgadas de los muebles. No esa noticia atrasada, a cuatrocientos kilómetros de Castelar, traída por un desconocido.

Pero usted no sabe lo que fue a la vuelta, señor Pastoriza. Usted no se imagina. Con mi hermana llegamos de noche, y fue mi papá el que nos abrió la puerta. Se lo escribo y lo estoy viendo, señor Pastoriza. Alto. Levemente encorvado. Pelado. La bata que llevaba bien atada a la cintura y que no podía ocultar la ponchada de kilos que había perdido en esos meses.

Creo que primero me dio un abrazo. No estoy seguro. De lo que sí tengo certeza, porque me acuerdo de cada uno de los diez pasos que di, es que me llevó de la mano desde la puerta hasta la mesa del comedor. “Vení, tipito” me dijo. “Vení que te guardé todo”. Cosas que tiene la vida. Yo tenía diez años y él no podía decirme que se estaba muriendo. Pero podía ingeniárselas para preparar sobre la mesa todos los recortes de esa noche de fábula del 2 a 2 con ocho hombres, señor. La Nación. Clarín. La razón. El Gráfico. Goles. Entre todas las noticias y las fotos, eligió una para leermela en voz alta. “El gol lo hice con la mano” era el título, y el autor del segundo gol de Talleres confesaba la trampa. Mi papá lo leyó efurórico, airado, saliéndose de la vaina. Era la prueba definitiva de que nos habían currado y ni así, señor, ni así nos habían podido sacar el campeonato. Y había otro recorte que hablaba de usted, señor Pastoriza. De cómo se plantó y los plantó y les dijo jueguen.

Y en la noche de enero mi viejo me mostraba cada titular. Cada foto. Y yo miraba los recortes y lo miraba a él. Mierda que era invencible. Flaco y todo. Enfermo y todo. Medio muerto y todo. Señalaba con el dedo los papeles y el partido se levantaba desde la mesa para que yo lo viera. Los marcaba con el dedo índice y era Moisés abriendo de punta a punta las aguas del mar Rojo. Adán tocando la mano de Dios. Bochini empujando la bola, dos a dos y a cobrar. Usted no sabe lo que era ese hombre. Señor Pastoriza.

Tengo esos recortes guardados en mi casa. Tal vez alguna vez junte el valor de ir a buscarlos. No lo sé temo que si abro la bolsa verde en la que los tengo escondidos se escapen, también, todas las lágrimas.

Pero mi debilidad no tiene que ser ingratitud. Por eso, gracias, señor Pastoriza. Por ese campeonato de leyenda que me dio la oportunidad de dar la última vuelta olímpica con mi viejo, sobre la mesa del comedor, mientras el le hacía las últimas gambetas a la muerte.

Ya ve que no es porque sí, que usted se muere y yo me acuerdote estas cosas. Será mas bien que Independiente es un puente que perpetuamente me conduce a mi viejo. Y bueno. Usted estuvo siempre parado en ese puente.

Así que gracias, señor Pastoriza. Gracias y hasta siempre.


Eduardo Sacheri.


Luego de nueve años, volvió la Copa

La fantástica década del ´70 había terminado. Las historias de ese multicampeón ya tenían la trascendencia de un mito. Pero Independiente aún tenía mas para dar. Siempre liderados por el genio inagotable de Ricardo Bochini y conducido tácticamente por otro símbolo del club Jose Omar Pastoriza, el Rey de Copas en 1984, se preparaba para demostrar que no había perdido el vicio de ganar una vez más Libertadores.

Nueve años habían pasado de aquella mágica consagración en Paraguay, pero la magia de Bochini seguía intacta. Y si estaba su talento, todo era posible. Pastoriza armó un quipo destinado para campeón: la seguridad de Carlos Goyén en el arco; Néstor Clausen, Hugo Villaverde, Enzo Trossero y Carlos Enrique apostados en defensa, Ricardo Giusti y Claudio Marangoni encargados de la marca y la distribución; Jorge Burruchaga y Bochini para la creación y José Percudan y Alejandro Barberón en ataque. La travesía sería larga, pero el grupo estaba dispuesto a sortearla.

Empató 1 a 1 con Estudiantes en La Plata, , derrotó 1 a 0 a Sportivo Luqueño en Paraguay y cayó ante Olimpia por 2 a 0 y 3 a 2 respectivamente en Avellaneda.

En las semifinales los rivales seguirían haciendo de fuste: Nacional de Montevideo y la Universidad de Chile. Pero para esta instancia el equipo ya estaba mucho más consolidado y compacto.

Con un funcionamiento eficiente en defensa y oportuno en ataque empataron los dos partidos como visitante y ganaron en Avellaneda. Era tiempo de una nueva final. Enfrentaba al último campeón de la región y también ganador de la Intercontinental, el Gremio de Brasil. En Porto Alegre redondeó una actuación perfecta y lo derrotó por 1 a 0. Para el partido de vuelta en Avellaneda, Independiente sacó a relucir todo su oficio y consiguió el empate sin goles para dar una nueva vuelta olímpica. El Rey de Copas volvió a ser el más grande, a ocupar el lugar que la historia del fútbol interclubes le tiene guardada, el del campeón del contienente.


100 años de Independiente. Libro del diario Clarín.


viernes, 10 de agosto de 2007

Luifa.













La despedida del “Luifa”

La cancha ubicada al frente de su casa, ganó en popularidad porque con los restos de una chatarra, su tío fabricó unos arcos de hierro, que eran la locura de los chicos. El campito se convirtió así, en el mejor potrero de Moreno, que fue querido y cuidado por muchos padres. ¡Como no lo iban a cuidar, si en otros potreros, los travesaños de los arcos, volaban con cualquier pelotazo!. Eran árboles puestos en orqueta. Eso simplemente es una prueba de esfuerzo y dedicación.

El primer equipo nació - coincidentemente - con la compra de un juego de camisetas de piqué, en la feria de Moreno. Se parecía al Santos de Brasil, pero sin Pelé. Además, lo diferenciaban dos franjas de color rojo y verde en la camiseta, mientras que los pantalones y las medias eran totalmente blancos.

En un grupo numeroso, es fácil cosechar amigos. El "Luifa" los tuvo, pero muchos de ellos, al casarse, decidieron emigrar. Daniel, un vecino al que llamaban Mafalda, era el primero que tocaba el timbre de su casa para ir a jugar.

El primero en tocar el timbre en la vida del Luifa fue un integrante del cuerpo técnico de Ferro. El entendió que Luis Fabián Artime tenía todas las características para ser un delantero importante, por eso, el papel que cumplió el profesor Luis Bonini fue fundamental. El lo formó físicamente y Griguol lo ubicó de número nueve. Debido a que Ferro debió afrontar en 1985, el campeonato local y la Copa Libertadores , fueron promovidos algunos juveniles a la primera división. Así, debutó con diecinueve años de edad, el marplatense Gustavo Acosta, además de Gargini y "el Gallego" González, que se sumaron a Crocco, Noremberg y Oscar Acosta, delanteros ya consagrados.

El "Luifa" vivió nuevas sensaciones al ser promovido. Tuvo una gran motivación, tal vez la primera de su carrera deportiva, al tener un lugar en el banco de suplentes. Comenzó a codearse con las figuras del momento, sumó experiencias que otros le trasmitían y que él compartía bien de cerca y hasta llegó a escuchar una voz que le decía: "tranquilo pibe, la hora del debut se aproxima". Faltaba sólo un detalle: debía estar preparado.

Así, fue un integrante más del banco de sustitutos en los partidos en que Ferro enfrentó a Chacarita, Racing de Córdoba y Vélez Sársfield, cuando la primera parte de la temporada 1985-86 llegaba a su fin.

El 15 de agosto de 1989, "el Luifa" daría su primer paso importante en su carrera profesional. Después de jugar en Ferro Carril Oeste durante cuatro temporadas, se transformó en jugador rojo, luego de cerrar una compleja operación, desechando así, ofrecimientos de Suiza, España y de Gimnasia y Esgrima de La Plata.

"En Ferro no tuve oportunidades. El sistema de juego no me ayudaba demasiado. Ahora estoy muy contento porque voy a jugar en un equipo, que ha mostrado el mejor fútbol en los últimos tiempos, y junto a jugadores de la categoría de Bochini, Giusti e Insúa, entre otros. Me integro como uno más del plantel y esperaré el turno. Tenemos que jugar el campeonato, la Supercopa y la Copa Libertadores. Entre tantos partidos, estoy seguro de que tendré mi oportunidad", comentaba el goleador.

Con esta transferencia, "el Luifa" tenía la inmejorable oportunidad de luchar por la camiseta número nueve. La misma que veintitrés años antes lució su padre y que le permitió jugar luego en Uruguay y Brasil. El pase tenía un significado especial para el joven delantero, pero también para su progenitor.

Poco duró esta alegría de pasar a un equipo grande. Ya que al ver que no tendría más oportunidades, Luis Fabián Artime debió dejar Independiente, luego de dos años y medio. A decir verdad, los entrenadores no le dieron la continuidad necesaria para transformarse en un gran goleador. Sobran los ejemplos. Con Jorge Solari, algo así como un tío para él, logró convertir dos goles en un partido y al domingo siguiente, para sorpresa de muchos, no estuvo en el equipo titular. En la última parte del ciclo Bochini-Fren los simpatizantes pedían por él, pero los entrenadores no lo tuvieron en cuenta y con José Omar Pastoriza pasó algo parecido.

Luis, su padre, jugó un papel fundamental en el destino del "Luifa". Tres instituciones pretendían los servicios del goleador, pero a la hora de la decisión final, prevaleció su opinión: "Siempre le dije que el fútbol se maneja con circunstancias y que tenía que seguir luchando, peleando, porque este deporte es complicado. Al enterarme del interés de Belgrano, fui claro: elegí Córdoba, porque Belgrano es un equipo grande".

El acuerdo se concretó con rapidez. Por el término de seis meses, Belgrano se aseguraba el concurso de Luis Fabián Artime, a cambio de treinta mil dólares. Mientras disfrutaba de las playas de Mar del Plata, junto a su novia Marina Suñé (hoy su esposa) dejó algunas reflexiones: "En Independiente se van a arrepentir, en cambio, Belgrano me motiva porque será la ocasión de tener continuidad".

El 23 de febrero de 1992, no será una fecha más en la vida de Luis Fabián Artime. El destino quiso que sea Ferro, la institución que lo vio nacer futbolísticamente, el rival de Belgrano, en el partido que marcó el debut oficial del delantero con la casaca celeste.

Los simpatizantes habían creado una gran expectativa en torno a su nueva incorporación, deseando que con el correr de los partidos, se transformara en figura y en goleador. En el juego disputado en Caballito, los locales, se impusieron por dos a uno, aprovechando todos los errores de la última línea del conjunto cordobés. El "Luifa" comenzó a sentir como propia la casaca número nueve, sabía que de él dependía la titularidad en el equipo.

"Estoy en la plenitud de lo que un centrodelantero necesita para jugar en el fútbol actual. Combiné velocidad y potencia pero me faltan, sobre todo, un par de situaciones de gol por partido para poder concretar al menos uno. No aparezco cuando no tengo esas oportunidades porque no soy un "Beto" Acosta que puede subsistir sólo y deja en el camino a tres o cuatro adversarios a los manotazos".

Falló Artime al igual que su equipo, derrotado nuevamente. Esta vez, ante el Deportivo Español por uno a cero. En la intimidad, el técnico le confirmó a Artime, su alejamiento de la institución, en una decisión meditada e irreversible. El "Luifa", le respondió: Carlos, me voy con usted. Yo no puedo continuar en este club, porque fue usted quién confió en mí como nunca. ¡No, Luifa!. Vos te quedas. En este club, a pesar de que ahora las cosas no te salgan, serás figura. Luego del transpié, Carlos Biasutto dejó vacante el puesto de entrenador, ocupado interinamente por José Trignani.

En 57 partidos metió 19 goles y se transformo en el símbolo del ataque pirata, pero lo vino a buscar San Lorenzo y el se fue. Allí tuvo el placer de meter un gol en el partido inauguración del nuevo gasómetro. Pero su estadía en el bajo Flores fue muy breve. Una pelea con el técnico Arean y un solo gol en 17 partidos provocaron la vuelta del luifa a Belgrano, donde pareció que nunca mas se iría.

Luifa se quedó en Córdoba desde 1994 hasta 1999, allí transitó la primera división y también la primera “B” Nacional. Jugó 188 partidos y marcó 52 goles. Un breve paso por Tigre donde marcó 4 goles lo separó de su amor por el pirata, al cual volvió en el clausura 2000 y se quedó por un año marcando 12 goles.

Lo llamaron de Perú en el 2002 y la tentación económica se lo llevó al Melgar de ese país, en donde tuvo un año brillante y en 42 partidos metió 24 goles. Mientras la rompía en Perú, miraba de reojo la triste realidad del Futbol cordobés y de su Belgrano querido. El pirata naufragaba en las ultimas posiciones de la “B” Nacional por cuarta y ultima vez, decidió regresar para donarle su corazón al club de sus amores. Anotó 11 goles en 51 partidos y en el 2005 dijo basta. Hasta acá llegue.

Con mas de 20 años en primera, 486 partidos jugados y 147 goles convertidos, el Luifa le dijo adiós al Futbol en el 2005 a nivel profesional, pero su despedida final se demoró dos años.

El título de ídolo es sólo para algunos elegidos. Y Luis Fabián Artime está entre ellos. A fuerza de goles, pero fundamentalmente por no haberse guardado ni una gotita de sudor, a sus 41 años entró dentro de la galería de los inmortales para el pueblo pirata. Pero tenía una cuenta pendiente. Quizás no con la gente, sino con él mismo: poder despedirse de los hinchas, con la camiseta celeste y en el Gigante de Alberdi, "el escenario de 1.000 batallas", como el propio Luifa lo describió.

La fiesta comenzó temprano, pero el inicio no fue directamente en la cancha. Pasadas las 14.30, y desde el Patio Olmos —uno de los shopping de Córdoba, que se ha convertido en el centro de los festejos más relevantes—, arrancó una caravana encabezada por el ex delantero. El ídolo iba en el… "Luifa Móvil", tal como los organizadores denominaron a un viejo micro de transportes escolares al cual pintaron de celeste y con un estandarte en el techo. Por supuesto, el primer grito de guerra fue el característico "olé, olé, olé, olé, Luifa, Luifa". Y al toque, el clásico "el que no salta es de la T".

Artime no se cansó de hacer chocar su puño derecho en el corazón, de saltar, de cantar. A lo largo del recorrido se fueron sumando más y más hinchas que, de paso, le tiraban lo que tenían a mano para que el ídolo se los firmara. El amor fue tanto, que hasta el grupo La Sorda le dedicó un tema, con letra de Omar Peirone. Ya en los vestuarios de la cancha lo esperaban viejos compañeros, y muchos amigos que fueron convocados para la ocasión. La Mona hizo bailar a todos y después llegó el partido. Y el pico de emoción apareció cuando don Luis Artime, bañado en lágrimas, ingresó junto con sus dos nietos, Rodrigo e Iván, quien tras un pase de papá Luifa convirtió el segundo gol del juego. Y llegó el final: "Ahora sí, no me falta
nada", cerró el Luifa, quien ayer pagó su cuenta.


Recopilación y producción del texto. Martín Gallo.

jueves, 9 de agosto de 2007

lunes, 6 de agosto de 2007

La fecha en fotos


Un resumen fotográfico de la primera fecha.

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domingo, 5 de agosto de 2007

Obdulio Varela y el Mundial del 50.

El Mundial del 50

Nacía la televisión en colores, las computadoras hacían mil sumas por segundo, Marilyn Monroe asomaba en Hollywood. Una película de Buñuel, Los olvidados, se imponía en Cannes. El automóvil de Fangio triunfaba en Francia. Bertrand Russell ganaba el Nobel. Neruda publicaba su Canto general y aparecían las primeras ediciones de La vida breve, de Onetti, y de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz.

Albizu Campos, que mucho había peleado por la independencia de Puerto Rico, era condenado en Estados Unidos a setenta y nueve años de prisión. Un delator entregaba a Salvatore Giuliano, el legendario bandido del sur de Italia, que caía acribillado por la policía. En China, el gobierno de Mao daba sus primeros pasos prohibiendo la poligamia y la venta de niños. Las tropas norteamericanas entraban a sangre y fuego en la península de Corea, envueltas en la bandera de las Naciones Unidas, mientras los jugadores de fútbol aterrizaban en Río de Janeiro para disputar la cuarta Copa Rimet, después del largo paréntesis de los años de la guerra mundial.

Siete países americanos y seis naciones europeas, recién resurgidas de los escombros, participaron en el torneo brasileño del 50. La FIFA prohibió que jugara Alemania. Por primera vez, Inglaterra se hizo presente en el campeonato mundial. Hasta entonces, los ingleses no habían creído que tales escaramuzas fueran dignas de sus desvelos. El combinado inglés cayó derrotado ante los Estados Unidos, créase o no, y el gol de la victoria norteamericana no fue obra del general George Washington sino de un centrodelantero haitiano y negro llamado Larry Gaetjens.

Brasil y Uruguay disputaron la final en Maracaná. El dueño de casa estrenaba el estadio más grande del mundo. Brasil era una fija, la final era una fiesta. Los jugadores brasileños, que venían aplastando a todos sus rivales de goleada en goleada, recibieron en la víspera, relojes de oro que al dorso decían: Para los campeones del mundo. Las primeras páginas de los diarios se habían impreso por anticipado, ya estaba armado el inmenso carruaje de carnaval que iba a encabezar los festejos, ya se había vendido medio millón de camisetas con grandes letreros que celebraban la victoria inevitable.

Cuando el brasileño Friaça convirtió el primer gol, un trueno de doscientos mil gritos y muchos cohetes sacudió al monumental estadio. Pero después Schiaffino clavó el gol del empate y un tiro cruzado de Ghiggia otorgó el campeonato a Uruguay, que acabó ganando 2 a 1. Cuando llegó el gol de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del fútbol, y Ary Barroso, el músico autor de Aquarela do Brasil, que estaba transmitiendo el partido a todo el país, decidió abandonar para siempre el oficio de relator de fútbol.

Después del pitazo final, los comentaristas brasileños definieron la derrota como la peor tragedia de la historia de Brasil. Jules Rimet deambulaba por el campo, perdido, abrazado a la copa que llevaba su nombre:

—Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y se la entregué casi a escondidas. Le estreché la mano sin decir ni una palabra.

En el bolsillo, Rimet tenía el discurso que había escrito en homenaje al campeón brasileño.

Uruguay se había impuesto limpiamente: la selección uruguaya cometió once faltas y la brasileña, 21.

El tercer puesto fue para Suecia. El cuarto, para España. El brasileño Ademir encabezó la tabla de goleadores, con nueve tantos, seguido por el uruguayo Schiaffino, con seis, y el español Zarra, con cinco.

Eduardo Galeano (Uruguay) “El fútbol a sol y sombra”


Obdulio Varela

En 1990, cuando se cumplían cuarenta años de la hazaña del Maracanazo, un periodista brasileño viajó a Montevideo para entrevistarlo. Tocó timbre en su casa de la calle 20 de febrero 3030, en el barrio de Villa Española. La figura inconfundible, aun con el paso del tiempo, apareció tras la puerta marrón y escuchó los ruegos en el mejor portuñol posible. Pero nada. No quiso saber nada con una nota. Entonces, el cronista se sentó a esperarlo. Pasó cinco días sentado en el cordón de la vereda a la espera de una respuesta afirmativa pero nada.

Hasta que el hombre, Jacinto Obdulio Varela, el caudillo del Mundial 50, el hombre de la pelota debajo del brazo, el mito, se apiadó de él y lo recibió. Debe haber sido el último… Obdulio ya no quiere hablar. Y mucho menos recordar. “Ni jugar al truco, puedo…”, se lamenta, a manera de disculpa.

Mantiene la imagen de hombre entero, digno, altivo en su sencillez. Lleva las uñas largas, larguísimas, y cada 20 de septiembre, día de su cumpleaños, se despierta con la Banda del Ejército tocando frente a su casa, la misma desde 1964. Allí deja que se vayan los días mansamente, junto a su mujer, y de vez en cuando contempla ese rincón que él mismo llamó, en otros tiempos, “de los recuerdos” poblado de imágenes y de fotos amarillentas. Sí, también de fantasmas… Ya no quiere hablar de aquello, casi lo fastidia.

En 1966, el prestigioso periodista uruguayo Franklin Morales le hizo una nota al Negro Jefe, la primera en la que hablaba de los hechos del Maracaná y la última con definiciones tan tajantes como las que no quiso volver a repetir jamás. Hoy, a once años de su muerte, vale señalar aquellas declaraciones de este ícono del fútbol charrúa:

- ¿El Maracanazo? Fue una lotería. Compramos un billete y salió con la grande. Ellos tenían un gran equipo, nosotros también, pero un partido de esos siempre se gana con mucha suerte. ¿La pelota bajo el brazo cuando Brasil se puso 1 a 0? Eso se agrandó mucho. Rossi o Perucca habrían hecho lo mismo. Recién comenzaba el segundo tiempo, llegó el gol de Friaza, las tribunas eran un infierno, volaban más cohetes que en un remate y tenía que hacer lo que hice. Demorar en lo posible la reanudación, porque si nos movíamos enseguida nos comíamos cinco. Logré el propósito, de la alegría pasaron a los silbidos, se pusieron nerviosos, nosotros nos tranquilizamos y entonces sí largué la pelota. Estuvo al borde de la expulsión, pero hasta en eso tuve suerte. Después llegaron los goles de Schiaffino y de Ghiggia. Nada más.

El oyente no entrenado en anécdotas mundialistas, se estará preguntando qué fue lo que realmente sucedió en aquella mítica final. Bien, lo que pasó fue que Brasil que, jugaba de local en un estadio construido especialmente para la ocasión, con una torcida enfervorizada alentando, consiguió marcar un gol a los dos minutos del segundo tiempo de aquella final de 1950. Así, el equipo favorito, se ponía en ventaja en la contienda. Acto seguido, Obdulio Varela tomó rápidamente la pelota, y sin desprenderse de ella se dirigió al juez, Mr. George Harris de Inglaterra, para quejarse dado que para él, ese gol debía anularse; había sido hecho en situación de fuera de juego. Obviamente, el Negro Jefe hizo su reclamo en el idioma español, pero como el árbitro de las Islas Británicas no hablaba dicho idioma, hubo que llamar a un intérprete; este tardó en llegar, con lo cual el tiempo estaba pasando y por dicho motivo el reinicio del juego se demoraba. Según se comenta, en aquel momento Obdulio comentó: “Yo había visto al juez de línea levantando la bandera. Claro, el hombre la bajó en seguida, no fuera que lo mataran. Me insultaba el estadio entero por la demora del juego, pero no tuve temor… ¡Si me banqué aquellas luchas en canchas sin alambrado, de matar o morir, me iba a asustar allí, que tenía todas las garantías! Sabía lo que estaba haciendo. Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego, esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar la reanudación del juego, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido”. Bueno; lo que sucedió después de esta maniobra estratégica perfecta, es que los brasileños se desorientaron, parecían no entender que estaban dentro de un campo de juego; estaban asustados. A los 17 minutos del segundo tiempo Shciaffino empata el partido. Finalmente, el jugador Ghiggia, tras una jugada inesperada, marca el segundo tanto para Uruguay. Instantáneamente, ese monstruo llamado Maracaná, que había nacido para albergar la gloria del Brasil, pasó a convertirse en el telón de fondo sobre el cual los rioplatenses dibujaron su mejor página futbolística.

Sin embargo, en contraposición a lo que representa esta hazaña en el imaginario popular uruguayo, es el propio Obdulio Varela o Negro Jefe (según el oyente lo prefiera), quien en su última entrevista, deja flotando la idea de la otra cara de la moneda de la hazaña de 1950: “Maracaná fue un accidente. Y es un error pensar que eso permanece, para siempre… Provocó que el fútbol uruguayo se acostara a dormir la siesta”


Evangelina Diaz Quijano



viernes, 3 de agosto de 2007

¿Apertura? 2007

En lo que es el post numero 100 del blog agradecemos a quienes nos acompañaron en la nueva emisora.
Los seguimos esperando Jueves a Jueves.

Comienzo del ¿Apertura? 2007


Mañana viernes 3 de agosto comienza el campeonato apertura 2007. Si el apertura pero termina el año.

De aquél Saint Andrew´s campeón de 1891 al útlimo campeón de 2007 San Lorenzo de Almagro.
De muchos campeonatos de River, de Boca, de Independiente, de Racing y de varios otros.

Cada comienzo de campeonato nosotros los periodistas, ustedes los espectadores tienen las mismas dudas (y muy pocas certezas) acerca de lo que puede suceder en este cuatrimestre.

Eso sí a las 3 primeras fechas ya todos sabemos que hay 3 técnicos en la cuerda floja.

Tu mujer ya estará quejándose de que los domingos comés rápido para llegar a tiempo a la cancha y tomarte una cervezita con los amigos antes de entrar a ver a “esos muertos que te decepcionan todos los fines de semana” pero… ¿como vas a dejar de ponerte la casaca y entrar al estadio con una sonrisa?

Y encima este Grondona que arma los fixtures como TyC Sports quiere. Y como el rating le convenga. Claro, total los que pierden son siempre los mismos los equipos chicos, los luchadores.

Independiente y Racing que otra vez fracasan, a la tercer fecha uno de los dos ya perdió el técnico. Y se bajó de la lucha por el campeonato, a lo sumo quieren entrar en las copas.

Boca, siempre Boca; otra vez va a ser campeón.

La mitad de los equipos tienen mínimo 4 lesionados; “Y sí, si en la pretemporada viajaron por todos lados pero de entrenar ni hablar”.

Se escucha a algún periodista: “Yo les avisé el 3 de agosto que Arsenal iba a ser la sorpresa”, lo que no avisó es que se iba a caer a mitad de campeonato, como suele ocurrir con las revelaciones.

Banfield “El taladro” siempre amenazando con entrar a las copas y termina rasguñandolas.

Por suerte este Apertura 2007 al ser “apertura” es el inicio de la temporada (aunque el año termina, ¿como es eso? Y sí es así.) En este apertura no hablaremos de que queremos campeonatos cortos o largos para beneficiar o no a los mas chicos. Ya qué de eso ya hablaron los medios en el Clausura 2007 que es cuando hubo ascensos, descensos, promociones, octogonales, reducidos y ya perdí la cuenta de que más.

Ya lo estoy viendo al Diego hablando en algún programa de la tarde. “Yo dije que Russo no era para Boca” o “A ver si me llevan al pibe de Boca a la selección” y todas esas cosas que dice el Diego y todos escuchamos (las compartamos o no, pero todos lo escuchamos).

Ojalá el mundo del fútbol se acuerde de aquella canción de Maria Elena Walsh (viene al caso citarla ya que estamos en recesos escolares de invierno) y plantee el mundo del revés.

Ojalá que haya solo una cosa para hablar. Que eso sea Fútbol.


¿Como ……….. Todo lo otro no era fútbol?